domingo, 30 de diciembre de 2018

Año nuevo: TIETA DE AGRESTE, de Jorge Amado

"Sonríe a la imagen en el espejo, ni triste ni cansada."
 
(Fragmento de La imagen de Tieta reflejada en el espejo la noche de año nuevo)

¿Será que no existe, que no sirve para nada? Ricardo le había hecho despreciar las ganancias de una buena inversión en los terrenos del cocotal para salir en defensa del clima, del cielo, de las aguas de Agreste, dando realidad y vida a Antonieta Esteves Cantarelli, al darle una causa y una bandera. Su niño. Sonríe a la imagen en el espejo, ni triste ni cansada. Se quita el camisón y se tiende desnuda en la cama para esperarlo, apenas vestida con las marcas violetas de los labios y de los dientes de Ricardo y vagos vestigios de las quemaduras. Estará durmiendo cuando él entre, se despertará en sus brazos y juntos entrarán en el Año Nuevo. Con retraso y sin champaña, detalles de poca importancia comparados con la ternura y el deseo desmedidos. Encenderán los fuegos de la madrugada para saludar al Año Nuevo y, en la barra de la mañana, en homenaje, practicarán el doble «ipicilone». El doble no, el simple. Para ejecutarlo como es debido, en la exactitud de las reglas absurdas, locas y, no obstante, rígidas e inalterables, se necesita matrona experta en la cama, de la máxima competencia, y adolescente ávido de gozo. O viceversa, un veterano de mil batallas y una recluta apenas púber. En cualquiera de los dos casos, en el desva- río de la pasión.

Jorge Amado (Brasil, 1912-2001).

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