viernes, 9 de marzo de 2018

Nieve: UN DÍA EN LA VIDA DE IVÁN DENÍSOVICH, de Aleksandr Solzhenitsyn

"Con un viento rasante sobre el suelo, no puede resultar una tormenta de nieve como es debido."
 
(Fragmento)

- ¡Ah! ¡Hace mucho que no hay tormenta de nieve! -suspiró el sonrosado y bien alimentado letón Kilgas-. ¡En todo el invierno, ni una sola tormenta de nieve! ¡Eso no es invierno ni es nada!
 
- Sí..., tormentas de nieve..., tormentas de nieve... -suspiró toda la brigada.
 
Cuando había tormenta de nieve el temor no era de salir a trabajar, sino simplemente de traspasar la puerta del barracón. Pues si del barracón de los dormitorios al del comedor no han tendido un cable, uno se pierde. Si un preso se hiela en la nieve, mal rayo lo parta. Mas, ¿y si se las pira? Ya pasó. Durante las tormentas, la nieve es como polvillo y se adensa durante la nevisca como si alguien la apisonara. Precisamente durante una de esas tormentas, al quedar la alambrada cubierta de nieve, se largaron algunos. Claro que no llegaron muy lejos.
 
La tormenta de nieve, si se piensa bien, no trae ninguna ventaja. Los presos quedan encerrados, el carbón no llega a tiempo y el calor se disipa del barracón. No traen harina al campo, y no hay pan. Ni en la cocina les llega. Pero, por tiempo que dure una de estas tormentas -tres días, una semana quizá-, esos días cuentan como tiempo libre y luego le echan a uno a trabajar el mismo número de domingos.
 
A pesar de todo, los presos aman la tormenta de nieve y rezan para que se presente. Apenas se hace un poco insistente el viento, todas las miradas se dirigen al cielo. ¡Si hubiera candela! ¡Candela! O sea, nieve.
 
Con un viento rasante sobre el suelo, no puede resultar una tormenta de nieve como es debido.
 
 
Aleksandr Solzhenitsyn (Rusia, 1918-2008). Obtuvo el premio Nobel en 1970.
 
La ilustración corresponde a una tormenta de nieve en Siberia.

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