"Así lo había predicho Einstein, reflexionando sobre las cosas. Y las observaciones llevadas a cabo por Arthur Eddington durante un eclipse lo probaron."
(Fragmento)
Desde
el rascacielos podia contemplar el aire de Chicago de esta tarde corta de
diciembre. Un desteñido sol esparcía desde occidente una luz anaranjada sobre
las sombras oscuras de la ciudad, sobre los brazos del río y los negros
armazones de los puentes. El lago, áureo, plata y amatista, estaba preparado
para su cobertura invernal de hielo. Se me ocurrió pensar que si Sócrates tenía
razón en que nada se podía aprender de los árboles y que únicamente los hombres
que encontrábamos a nuestro paso podían enseñarnos algo sobre nosotros mismos,
yo andaba por mal camino al escaparme hacia el escenario en lugar de escuchar a
mis compañeros humanos. Evidentemente, no tenía un buen estómago para los
compañeros humanos. Para aliviar la intranquilidad y la pesadez de mi corazón,
divagaba sobre el agua. Sócrates me habría dado muy mala nota. Parecía más bien
estar en el modo final de las cosas de Wordsworth: árboles, flores, agua. Pero
eran la arquitectura, la ingeniería, la electricidad y la tecnología las que me
habían llevado a ese piso sesenta y cuatro. Escandinavia había colocado este
vaso en mi mano, Escocia lo había llenado de whisky, mientras yo permanecía
allí sentado recordando ciertos hechos maravillosos sobre el sol, es decir, que
la luz de otras estrellas, al entrar en el campo gravitacional del sol, se
curvaba. El sol se arropaba con un chal hecho de esta luz universal. Así lo
había predicho Einstein, reflexionando sobre las cosas. Y las observaciones
llevadas a cabo por Arthur Eddington durante un eclipse lo probaron. El
encuentro antes de la búsqueda.
Saul Bellow (Estadounidense nacido en Canadá, 1915-2005).
Obtuvo el premio Nobel en 1976.
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