viernes, 20 de octubre de 2017

Eclipse: LAS TABLAS DE LA LEY, de Thomas Mann

"... la atmósfera siniestra y sombría que acompaña siempre al eclipse de sol..."

(Fragmento del capítulo VII)
 
Se habla de las diez plagas, que Dios envió una tras otra sobre Egipto para ablandar el corazón del faraón, al tiempo que deliberadamente lo hacía más obstinado, a fin de poder demostrarle su poder con plagas mayores: transformación de agua en sangre, ranas, moscas y mosquitos, fieras, tiña, epidemias, granizo, langostas, tinieblas y muerte del primogénito. Así se llamaron estas diez plagas, y no hay nada de imposible en ninguna de ellas; pero debemos preguntarnos en rigor si cabe atribuir a ellas el resultado final, excepción hecha de la última cuyo origen es impenetrable y que nunca ha sido develado exactamente. El Nilo, bajo ciertas condiciones, toma un color rojo, las aguas se tornan hediondas y mueren los peces. Puede suceder también que las ranas de los pantanos se reproduzcan exageradamente o que los piojos y las moscas se multipliquen en forma desmedida hasta asumir proporciones de plaga. Había todavía muchos leones en el linde del desierto y la jungla, próximos a los brazos muertos del río, y de cundir el ataque de hombres y bestias, bien podría llamarse a eso una plaga. ¡Y qué frecuentes son en Egipto la sarna y la tiña, y con cuánta facilidad se propagan las enfermedades de la piel en la población debido a la falta de higiene! En esa región el cielo es siempre de un intenso azul, de modo que una tempestad violenta debía causar una profunda impresión en el pueblo, y mucho más si ésta venía acompañada de relámpagos y granizo que azotara los sembrados y destrozara los árboles, sin que mediara designio sobrenatural alguno. En cuanto a la langosta, es huésped harto conocido en la zona, y contra tan voraces visitantes los hombres han ido hallando varias medidas de defensa que entonces no se conocían; con toda seguridad vastas extensiones de cultivos eran devoradas literalmente, dejando los campos yermos. Y finalmente, quienquiera haya presenciado la atmósfera siniestra y sombría que acompaña siempre al eclipse de sol, comprenderá fácilmente que para un pueblo habituado a un sol radiante, esa oscuridad bien podía antojársele una plaga divina.
 
 
Thomas Mann
(Escritor alemán nacionalizado primero checoslovaco y más tarde estadounidense, 1875-1955).
Obtuvo el premio Nobel en 1929.

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