miércoles, 10 de agosto de 2016

Canícula: EL AMANTE DESDICHADO, de Alberto Moravia

"Las persianas del cuarto contiguo se abrieron y la mu­chacha rubia apareció en la terraza."
 
(Fragmento)

El mar, entre las altas rocas rojas coronadas de ver­dor, enceguecía azotado por la luz del sol. En el huerto se habían callado, en aquel silencio, hasta las gallinas. Sólo se oía el zumbido de los insectos que disfrutan con la canícula anidados entre las hierbas quemadas y en las grietas del árido terreno.
 
Sandro apoyó la mano en la barandilla y miró al mar.
 
Las persianas del cuarto contiguo se abrieron y la mu­chacha rubia apareció en la terraza.
 
Puso sus manos cortas y llenas en la barandilla, y tam­bién ella miró al mar con sus ojitos inexpresivos. Tenía realmente un espléndido pelo rubio, pensó Sandro, pero con aquel vestido escaso, como de muñeca, su exuberante cuerpo estaba ridículo. Observó que la chica no se vol­vía ante sus miradas, sino que, como un caballo bajo el cepillo del amo, daba a entender que las advertía con ciertos temblores provocativos que corrían por sus muslos y sus musculosas caderas. En la transparencia del vestido, el hermoso cuerpo ponía una sombra cálida y os­cura.


Alberto Moravia (Italia, 1907-1990)

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