Todos los años, a principios del mes de octubre, se inicia lo que podríamos denominar la temporada Nobel, cuando comienzan a adjudicarse los premios establecidos por Alfred Nobel en su testamento -el de economía no es tal y lo otorga el Banco Central de Suecia en su memoria-, hasta llegar a los dos más publicitados: el de literatura y el de la paz, este último el único que se concede fuera de Suecia, ya que lo decide el parlamento noruego.
El premio Nobel de literatura es una de las cinco categorías originales establecidas por su creador que, según sus propias palabras, debe otorgarse "a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal". A la fecha se ha concedido en 102 ocasiones, deberían ser siete más, ya que la premiación dio principio en 1901, pero fue suspendido dos años, en 1914 y 1918, debido a la primera guerra mundial y entre 1940 y 1943, por la segunda guerra, además de que en 1935 fue declarado desierto.
Con frecuencia se señala que se trata de un premio que ha soslayado los méritos literarios de autores que debieron obtenerlo, como serían los casos de Tolstoi, Joyce, Proust y Kafka, y entre los de habla hispana, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar. Otros criterios añaden en esa lista de omisiones los nombres de Huxley, Ibsen, Conrad y Zola. Todos ellos leídos hasta nuestros días en traducciones a una gran diversidad de idiomas.
Lo que le da un cierto carácter de injusticia, es que entre los ganadores figuren escritores de quienes ya ni siquiera se recuerda su obra y es difícil encontrarlos en alguna biblioteca: Bjorstene Bjornson, José de Echegaray, Giosué Carducci y Rudolph Eucken, fueron todos premiados antes de que Tolstoi falleciera, y la lista se amplia con los nombres de Paul von Heyse, Verner von Heidenstam, Karl Adolph Gjellerup, Henrik Pontoppidan y Carl Spitteler, en una época en la que Marcel Proust y Franz Kafka vivían.
Para resumirlo en pocas palabras, es muy difícil mantener el respeto por una lista que incluye a un político como Winston Churchill, por sus discursos y sus memorias, e ignora a los ya mencionados. Sin embargo, año con año, el ritual se repite y se mantiene la curiosidad por conocer el nombre del nuevo consagrado, con frecuencia casi desconocido para los lectores en idiomas ajenos al de su obra.
Destaca el hecho de que en los últimos seis años hayan sido tres las mujeres premiadas, dos de ellas escritoras en lengua alemana: Elfriede Jelinek y Herta Müller -aunque originaria de Rumania-, y la británica Doris Lessing quien, por cierto, nació en Irán cuando todavía se llamaba Persia, en 1919, ya que su padre era un oficial del ejército inglés acantonado en esa zona.
Concluyo con el párrafo final de Tomás Eloy Martínez, fallecido a principios de este año, en su artículo Los misterios del Nobel, refiriéndose al premio para Le Clézio: "Es inevitable que la Academia Sueca se equivoque, pero esta vez se equivocó menos que en los veinte años pasados. El itinerario disparejo que dibujan los nombres de los ganadores es no sólo una definición del Nobel, sino también -quien sabe- del misterioso destino de la literatura."
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