"La habitación estaba cerrada y sólo una línea de luz se filtraba por el lado derecho de la persiana."
Volvía de un sueño
pesado, arrancada de él por algo importante y temido. Parpadeó en la oscuridad del
cuarto de Lucio y antes de despertar por completo oyó un susurro. Voces, muchas
voces que al principio no poseían dueños ni sentido. Unos segundos antes de
despertar temió hacerlo, prevenida por el instinto; por el hábito de vivir sin
zozobras, en la gran tranquilidad de su hogar. Abrió los ojos. Se había
imaginado que alguien estaba junto a ella, pero no había nadie. La habitación
estaba cerrada y sólo una línea de luz se filtraba por el lado derecho de la
persiana. Inmediatamente recordó que alguien había abierto la puerta hacía unos
segundos para ver si dormía, habían vuelto a cerrar con cautela y dicho: “Está
dormida”. Pero no podía asegurar que eso era verdad; real o no, de cualquier
modo había sucedido en el sueño.
Se ahogaba, hubiera
querido ponerse de pie para respirar el aire de la noche, pero algo le aconsejaba
no moverse, fingirse dormida. Sonó una carcajada, de Perla. Camerina deseó
dormir, no escuchar, apretó los ojos con ese mismo afán con que un chico de dos
años se cubre la cara o cierra los ojos con la intención de desaparecer de la
vista de los demás.
Sergio Galindo (México, 1926-1993).
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