"Lisbeth era más hermosa cuando estaba echada. Mucha carne dormida que (...) permanecía inmóvil (...) Lisbeth, que nunca cerraba los ojos..."
Lisbeth era más hermosa cuando estaba echada. Mucha carne dormida que, con su clara pelusa, permanecía inmóvil. Sobre Lisbeth, que nunca cerraba los ojos, colgaba a la izquierda de la ventana del sótano, pegado en cartón, el grabado inglés coloreado a mano de Zweifel que representaba un caracol con su casa a cuestas, y a la derecha de la ventana, igualmente sobre cartón (y entretanto con manchas de moho), la reproducción de la Melancolía. Durante mucho tiempo desacostumbrado -porque había renunciado también al onanismo-, Zweifel se acostumbró rápidamente. El paso pesado de ella en la escalera, como de arrastrar patatas, su olor a turbera: y ya respondía el miembro de él al llamamiento. Se desabrochaba mientras ella se iba despojando. (Evidentemente, Lisbeth recordaba cómo lo había hecho el ferroviario y cómo lo había recibido: se echaba sencillamente y abría las piernas). Tanta provisión y previsión. Zweifel se introducía en Lisbeth Stomma como si el sótano no fuera bastante escondite para él. No olvidaba nada. Su impulso se negaba a disminuir. Mucha ternura, curiosidad, como si hubiera cavernas todavía desconocidas. No buscaba sólo el orificio, quería liberarse de algo más que de aquel poquito. Sin embargo, Lisbeth permanecía seca y no cerraba los ojos. Yacía muda entre sus empujones, que acababan en el vacío. No lo acogía entre sus muslos, lo dejaba simplemente entrar, hasta que él había concluido y caía de lado.
Günter Grass
(Alemania, 1927-2015). Obtuvo el premio Nobel en 1999.
(Traducido al español por Miguel Sáenz).
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