"Conduciré yo -dijo Alain-. Ponte el abrigo que está debajo del almohadón y duerme (...) Camille se quedó dormida."
(Fragmento)
- Que es como decir de la esquina… ¿Adónde vas?
¿Quieres que nos vayamos? ¡Estábamos tan bien…!
De pie, desilusionada, bostezaba de sueño y se
estremecía.
- Conduciré yo -dijo Alain-. Ponte el abrigo viejo que
está debajo del almohadón, y duerme.
Una metralla de efímeras, de mariposas de noche, de
insectos duros como guijarros acudía frente a los faros, y el automóvil
rechazaba el aire obstruido por alas como si fuese una ola. En efecto, Camille
se quedó dormida, tiesa, acostumbrada a no apoyarse, incluso en sueños, en el
brazo y el hombro del conductor. Y saludó sola- mente con cabezazos los badenes
de la carretera.
«De Baleares», se repetía Alain. A favor del negro
aire, de los haces blancos que captaban, rechazaban y diezmaban a los voladores
seres, se reintegraba al vestíbulo superpoblado de sus sueños, el firmamento
con polvillo de rostros estallados, grandes ojos enemigos que aplazaban para el
día siguiente una rendición, un santo y seña, una clave. Y tan abstraído estaba
que omitió cortar por el atajo más corto entre Pont- chartrain y el fielato de
Versalles, y Camille, en sueños, refunfuñó. «Bravo -aplaudió Alain-, buen
reflejo… pequeños sentidos fieles y vigilantes. ¡Ah, qué deliciosa te
encuentro! ¡Qué fácil es nuestra armonía cuando tú duermes y yo velo!»
El relente humedecía sus cabellos descubiertos, sus
mangas, cuando se apearon en su calle, desierta bajo el claro de luna. Alain
levantó la cabeza; en el centro de la luna, casi redonda, en lo alto de los
nueve pisos, una pequeña sombra cornuda de gato, agazapada, esperaba.
Colette: Sidonie-Gabrielle Colette (Francia, 1873-1954).
Con este vínculo es posible la lectura del texto íntegro: Ciudad Seva.
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