- ¡Se nos murió el viejo, Lupe! -me dijo a través de la
línea, casi sollozando. Él iba a ser Ministro de Agricultura y Fomento.
- ¿Qué hacemos?
- Ir al velorio. Allí
veremos qué se puede arreglar.
Colgué. Ordené al Jefe
de la Estación que llevara mis maletas al Hotel Cosmopolita y a bordo de un
forcito de alquiler, me dirigí a casa de Trenza, que vivía en Santa María. Lo
encontré poniéndose las botas con ayuda de Camila, su concubina. La casa a que
me refiero, era en realidad lo que hoy en día se conoce vulgarmente con el
nombre de "leonero". Trenza vivía en Tampico con su legítima esposa y
era Jefe de la Zona Militar de Tamaulipas.
Mientras Camila le
rizaba los bigotes, me explicó a grandes rasgos la situación: el fallecimiento
de González dejaba a la Nación sumida en el caos; la única figura política de importancia
en ese momento era Vidal Sánchez, el Presidente en funciones quien, por
consiguiente, no podía reelegirse; así que urgía encontrar entre nosotros,
alguien que pudiera ocupar el puesto, garantizando el respeto a los postula- dos
sacrosantos de la Revolución y a las exigencias legítimas de los diferentes
partidos políticos.
(Fragmento del capítulo XI)
Cuando estuvieron reunidos,
les dije:
- Necesitamos el
control absoluto de los ferrocarriles, de los telégrafos, y de los bancos-. Luego,
expliqué que el Gobierno de Pérez H. había violado la Constitución y todo eso,
y terminé diciendo:
- El que no esté de
acuerdo, puede retirarse con todos los honores militares.
Nadie se movió de su
asiento. Entonces, les expliqué mi plan de campaña, que como ya he dicho,
estaba basado en el que habíamos preparado mis compañeros y yo desde abril. Mi
misión consistía en apoderarme de Apapátaro, capital del Estado del mismo
nombre, y luego, de ser posible, de Cuévano, el famoso centro ferroviario en
donde pensábamos que nos íbamos a reunir todos: Artajo, que venía de Sonora;
Trenza, que venía de Tamaulipas; Canalejo, que venía de Monterrey, y el
Camaleón, que venía de Irapuato. Valdivia, Anastasio y Horacio Flores, se
habían ido con Trenza a Tampico. Una vez establecido el contacto en Cuévano,
nos lanzaríamos sobre la capital de la República y formaríamos un Gobierno
Provisional que convocaría a otras elecciones.
(Fragmento del capítulo XIV)
Cuando llegó el
Camaleón, nos pusimos de acuerdo y entramos en la ciudad con nuestras tropas
por tres rumbos diferentes. Hubo saqueo y para las ocho de la noche ya habíamos
fusilado a seis personas por diferentes crímenes, con lo que se restableció el
orden y la ciudad quedó sometida a la Ley Marcial.
Al día siguiente,
Trenza, como jefe de la ocupación, emitió un decreto decomisando todos los víveres
que había en la plaza y los valores que había en los bancos, además de tomar
veinte rehenes de las mejores familias, por lo que se pudiera ofrecer.
Esa tarde llegaron
Valdivia, Ramírez y Horacio Flores, en los otros dos Curtiss de la Fuerza Aérea,
con un tambache de proclamas y de manifiestos políticos, que habían impreso en
Tampico y que se pegaron en las esquinas, pero que nadie leyó, porque la gente
estaba muy asustada y no salía de sus casas.
Jorge Ibargüengoitia
(Mexicano fallecido en España, 1928-1983).
La ilustración corresponde a la portada de la primera edición de la novela con el subtítulo
Memorias de un general mexicano, suprimido en versiones posteriores.
Fue publicada por Ediciones de la Flor en 1964 y el diseño es de Oscar Smöje.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario