lunes, 6 de febrero de 2023

Conejos: EL ZORRO, de J. W. von Goethe

"... me apresó con sus garras traidoramente, y las sentí clavarse entre mis dos orejas."

(
Fragmento del capítulo VII)

Ocho días habían transcurrido de este modo. Era una tarde en que el monarca acababa de sentarse a la mesa, rodeado de todos sus barones, y teniendo a su lado a la Reina, cuando se presentó un conejo, pálido y ensangrentado, exclamando con voz lastimera:

- ¡Rey grande y justiciero, y vosotros, señores poderosos que me escucháis; tened piedad de mí! Pocas veces habréis oído hablar de tan pérfida traición y tan criminal atentado, como el de que he sido víctima, por engaño del malvado Urdemalas. Ayer por la mañana, a eso de las seis, lo encontré sentado delante de Malparto. No dudaba, la verdad, que me dejaría seguir en paz mi camino, confiando en el edicto que publicó hace poco nuestro soberano, para que todos los habitantesde estos reinos viviesen entre sí en perpetua concordia. Cerca de su puerta, y vestido de peregrino, fingía leer el pícaro zorro en su devocionario la oración de la mañana. Todo mi afán era pasar cuanto antes, para venir a vuestra corte. Al verme el asesino, levantóse de un salto, y se apróximo a mí, creyendo yo que vendría a saludarme; pero en lugar de esto, me apresó con sus garras traidoramente, y las sentí clavarse entre mis dos orejas. Como sus uñas son largas y aceradas, pensé perder la vida. No contento con esto, me derribó en tierra. Aforunadamente, pude escapar haciendo un esfuerzo desesperado, y emprendí velozmente la fuga, mientras el agresor refun- fuñaba, y juraba buscarme de nuevo. Así pude salvarme, aunque con la pérdida de una oreja, y como veis, con la cabeza ensangrentada. ¡Mirad! ¡cuatro heridas traigo en ella! Ahora comprenderéis con cuánta violencia fui atacado, y cuán a punto estuve de sucumbir. ¡Compadeced, señor, mi pena y mi trabajo, y acordaos de vuestro salvoconducto! ¿Quién podrá viajar? ¿quién se encaminará a vuestra corte, si los ladrones acechan en los caminos, y roban y maltratan a los pasajeros?

Apenas terminaba el conejo su lastimosa historia, presentóse volando Azabache, el locuaz grajo (...)

Johann Wolfgang von Goethe (Alemania, 1749-1832).

(Traducido al español por Juan Landa).
La ilustración es obra de Wilhelm von Kaulbach.

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