martes, 27 de febrero de 2018

Nieve: CRÓNICAS DE TRAVNIK, de Ivo Andrić

"... y se quedó solo en el atardecer nevado (...) La nieve alta y blanda ahogaba todos los ruidos."

(Fragmentos del capítulo XXVI)

Alí bajá estaba exhausto, pero satisfecho. Daville, a la luz de ese día nevado de invierno, advirtió por primera vez que las pupilas del visir danzaban intermitente- mente. En cuanto clavaba la vista y la mirada reposaba, empezaban a titilar. El visir debía de saberlo y le resultaba desagradable, por eso movía los ojos sin cesar, y su cara adquiría una expresión huraña e inquieta.

Alí bajá, que para la ocasión se había puesto el anillo en el dedo corazón de la mano derecha, agradeció el regalo y las felicitaciones. Habló poco de la campaña contra Serbia y de sus victorias con la falsa modestia de las personas vanidosas y suspicaces que callan, porque consideran que las palabras serían pobres e insuficientes; con su silencio menosprecian al interlocutor y magnifican así su triunfo como algo indescriptible e inaccesible para la gente corriente. Estos vencedores abruman durante años a cualquiera que hable con ellos de sus éxitos.

(...)

Y mientras rememoraba todo eso, él atravesaba realmente el bazar hundido en el crepúsculo y lleno de nieve.

La mayoría de las tiendas ya habían cerrado. Había pocos transeúntes y caminaban despacio y encorvados, como si arrastraran grilletes, por la nieve compacta y profunda, con las manos metidas en el cinturón y las orejas tapadas con una bufanda.

(...)

Daville despidió a d’Avenat y se quedó solo en el atardecer nevado. La humedad llegaba desde el valle en grandes oleadas. La nieve alta y blanda ahogaba todos los ruidos. Al fondo del horizonte, se divisaba el turbe de Abdulah bajá totalmente blanco.

(...)

Se adivinaba a través de la ventana la tenue luz de la vela que ardía en la tumba del interior. No quedaba más que el cirio triste del turbe y, en el otro extremo de la ciudad, una luz, diferente y más grande. Allí, en una bodega, destilaban rakija, como todos los años en aquella época.

En efecto, al otro lado del desfiladero de Travnik, cubierto de nieve húmeda, habían colocado el primer alambique en la bodega de Petar Fufic y empezaban a destilar rakija . La destilería estaba fuera de la ciudad, a la orilla del Lasva, un poco más abajo del camino que llevaba a Kalibunar.

Las corrientes húmedas y el aguanieve barrían el valle. En la destilería que flotaba sobre el agua, la «bruja», el alambique, resoplaba y silbaba toda la noche bajo el tejado, expulsando el humo por la chimenea.

Ivo Andrić
(Serbiocroata nacido en Bosnia durante el imperio otomano y fallecido en Serbia cuando formaba parte de Yugoslavia, 1892-1975). Obtuvo el premio Nobel en 1961.

La ilustración corresponde a la ciudad de Travnik bajo la nieve.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario