(Párrafos iniciales del capítulo II)
En este capítulo voy a revelar la manera en que la
pérfida y caprichosa Fortuna me asestó el segundo mandoble de ese día,
fatídico, por cierto, no sólo para mi carrera militar, sino para mi Patria tan
querida, por la que con gusto he pasado tantos sinsabores y desvelos: México.
Al bajar del tren en la estación Colonia, lo primero
que hice fue mandar llamar al Jefe de la Estación, quien al ver mi gallardo
uniforme y mi actitud decidida y al escuchar la explicación que le di de que
estábamos en una Emergencia Nacional, no vaciló en facilitarme el teléfono
privado que tenía en su oficina que fue el medio de que me valí para
comunicarme con Germán Trenza, que era entonces mi gran amigo.
- ¡Se nos murió el viejo, Lupe! -me dijo a través de
la línea, casi sollozando. Él iba a ser Ministro de Agricultura y Fomento.
- ¿Qué hacemos?
- Ir al velorio. Allí veremos qué se puede arreglar.
Colgué. Ordené al Jefe de la Estación que llevara mis
maletas al Hotel Cosmopolita y a bordo de un forcito de alquiler, me dirigí a
casa de Trenza, que vivía en Santa María.
Lo encontré poniéndose las botas con ayuda de Camila,
su concubina. La casa a que me refiero, era en realidad lo que hoy en día se
conoce vulgarmente con el nombre de "leonero". Trenza vivía en
Tampico con su legítima esposa y era Jefe de la Zona Militar de Tamaulipas.
Mientras Camila le rizaba los bigotes, me explicó a
grandes rasgos la situación: el fallecimiento de González dejaba a la Nación
sumida en el caos; la única figura política de importancia en ese momento era
Vidal Sánchez, el Presidente en funciones quien, por consiguiente, no podía
reelegirse; así que urgía encontrar entre nosotros, alguien que pudiera ocupar el
puesto, garantizando el respeto a los postulados sacrosantos de la Revolución y
a las exigencias legítimas de los diferentes partidos políticos.
Jorge Ibargüengoitia (Méxicano fallecido en España, 1928-1983).
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