"El oro pudre porque es la lepra de los metales (...) Traigo la mirra de mi pasado (...) anda el incienso ..."
Rey blanco
Ni el oro es
nuestro
ni está en el
cielo.
Yo te lo ofrendo
para que veas
al Enemigo
desde la cuna.
Cuánto desvelo
causará al mundo
esta materia.
Cuánta amargura,
guerras sin
tregua,
pueblos enteros
en la miseria.
El oro pudre,
porque es la
lepra
de los metales
que alcanza al
hombre.
Son más felices
los animales
que no padecen
bajo su imperio.
Yo te lo
ofrendo,
contigo nace
la sepultura
del metal
áureo...
Eres la vida
de lo que dura
y
el oro pasa.
Rey indio
Aldebarán,
Aldebarán,
¡qué albur de
signos
sobre tu frente!
Traigo la mirra
de mi pasado
como presente:
piedra de fuego
contra los yugos
de sangre y
savia;
labia de Arabia
contra la rabia.
Mirra te traigo,
Señor del día...
la quebradiza
lágrima roja,
la transparente
lágrima pétrea
y la desierta
lágrima
humana...
¡Qué albur de
signos,
Señor, el mío!
Rey negro
Y yo, Rey Negro,
traigo la estima
del humo blanco,
que se trastorna
cuando el
carrizo
del aire gira;
la nebulosa
de los cometas
y el incensario,
espumadera
de Profecías.
La raza negra
forma la noche
la raza blanca
el mediodía,
forman la tarde
los amarillos
y para todos
nace el Mesías,
ruina de muchos
y alma de toda
contradicción.
Lenguas de
lenguas
anda el incienso
y yo, Rey Negro,
traigo su
estima:
columnas de humo
de sinagogas
de perla blanca.
(Las Sinagogas
son las garrafas
de Salomón...).
Y dos jirafas,
y dos luceros,
y soldaditos
para que jueguen
como en la
guerra,
ruina de muchos,
alma de toda
contradicción.
Miguel Ángel Asturias
(Guatemalteco fallecido en España, 1899-1974). Obtuvo el premio Nobel en 1967.
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