(Fragmento del capítulo XXVI)
- Walter quiere que vaya a Mei Tan Fu.
- Ah, pero si en
ese sitio hay cólera... Allí se ha desatado la peor epidemia de los últimos
cincuenta años. No es lugar para una mujer. No puedes ir; ni pensarlo.
- Si me
abandonas, no me quedará otro remedio.
- ¿A qué te refieres? No lo entiendo.
- Walter irá en sustitución de un médico misionero que falleció, y quiere que yo
lo acompañe.
- ¿Cuándo?
- Ahora. De inmediato.
Townsend echó la silla hacia
atrás, mirando atónito a Kitty.
- Debo de ser muy tonto, porque no le encuentro
pies ni cabeza a lo que me dices. Si quiere que vayas con él a ese lugar, ¿por
qué no te divorcias?
- Me ha dado a elegir: o lo acompaño a Mei Tan Fu o me
demandará.
- Ah, ya entiendo -el tono de Townsend varió de forma casi
perceptible-. Me parece un gesto muy noble de su parte, ¿a ti no?
- ¿Noble?
- Bueno, que se haya ofrecido a ir allí es de lo más caballeroso. A mí no me
haría ninguna gracia, desde luego. Naturalmente, cuando regrese le otorgarán la
insignia de alguna orden honorífica.
- ¿Y qué hay de mí, Charlie? -gritó ella,
angustiada.
- Bueno, si quiere que vayas no veo cómo puedes negarte,
dadas las circunstancias.
- Eso significará la muerte; una muerte segura.
- Oh,
maldita sea, estás exagerando. Dudo mucho que él te llevase consigo si creyera
eso. Ir allí no supone mayor riesgo para ti que para él. De hecho, no te
expondrás a ningún riesgo si te andas con cuidado. Yo estaba aquí cuando se
declaró una epidemia de cólera y ni me inmuté. Lo más importante es no comer
nada crudo, ni fruta ni ensalada ni otras cosas por el estilo, y asegurarse de
que el agua que uno bebe esté hervida -cobraba seguridad y desenvoltura
conforme hablaba; incluso parecía menos hosco y más alerta, casi animado-.
Después de todo, es su trabajo, ¿no? Le interesan los bichos. Bien mirado, es
una gran oportunidad para él.
- Pero ¿y yo, Charlie? -insistió ella, ya no con
angustia, sino consternada.
- Bueno, la mejor manera de entender a un
hombre es ponerse en sus zapatos. Desde el punto de vista de Walter, has sido
una chica mala y su propósito es apartarte del mal camino. Yo estaba convencido
de que no querría divorciarse de ti, no me parece que sea de esa clase de
personas, pero te ha hecho lo que él consideraba una oferta muy generosa y lo
has enfurecido al rechazarla. No es mi intención echarte la culpa, pero por el
bien de todos, creo que deberías haberlo pensado mejor.
- Pero ¿no entiendes que
ir a ese lugar me matará? ¿No ves que quiere llevarme allí porque sabe que eso
acabará conmigo?
- Vamos, cariño, no digas eso. Estamos en una situación sumamente
comprometida y no es momento de ponerse melodramático.
- Estás empeñado en no
entender -le atenazaban el corazón un dolor y un miedo tan intensos que a
punto estuvo de ponerse a gritar-. No puedes enviarme a una muerte segura. Si
ya no me amas ni me compadeces, ten al menos un mínimo de humani- dad.
- Creo que
eres injusta conmigo al plantearlo de ese modo. A juzgar por lo que me cuentas,
tu marido está demostrando una gran generosidad y está dispuesto a perdonarte
si se lo permites. Desea alejarte de aquí y ahora se le ofrece la ocasión de
llevarte a un lugar donde estarás a salvo durante unos meses. No pretendo
convencerte de que Mei Tan Fu es un balneario, por supuesto, nunca he visto una
ciudad china que lo sea, pero no hay motivo para que estés tan nerviosa. De
hecho, eso es lo peor que puedes hacer. Creo que, en una epidemia, muere tanta
gente de miedo como por causa del contagio.
Somerset Maugham (Inglés nacido y fallecido en Francia, 1874-1965).
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