"Creer en las corazonadas y salir trasquilado. Al cabo de algún tiempo despiertas con tu boca llena de corazonadas."
(Fragmento del capítulo 34)
- Dicen que el dinero no
huele mal –dijo-. Pero a veces no estoy demasiado seguro.
Yo no dije nada. Se
acercaron nuevos clientes que acabaron marchándose. El calor del día se
disipaba rápidamente.
- Yo no lo intentaría con
el Royal Crown –dijo-. Eso es para ardillitas que se portan bien
y no se ocupan más que de sus frutos secos. Para mí que tiene
usted aire de polizonte, pero eso es cosa suya. Espero que se le de bien
nadar.
Lo dejé, preguntándome por
qué me había acercado a él en primer lugar. Creer en las corazonadas. Creer en
las corazonadas y salir trasquilado. Al cabo de algún tiempo despiertas con tu boca
llena de corazonadas. No puedes pedir una taza de café sin cerrar los ojos y
elegir al azar. Obedeces a las corazonadas.
Volví a pasear y traté de
descubrir si alguien me seguía. Luego busqué un restaurante que no oliera a
grasa de freír y encontré uno con letrero de neón de color morado y un bar de
cócteles detrás de una cortina de bambú. Un efebo que llevaba el pelo teñido
con alheña se dejó caer delante de un piano, empezó a acariciar las teclas lascivamente
y cantó Escalera a las estrellas con una voz a la que le
faltaban la mitad de los peldaños.
Bebí el resto de un
martini seco y me apresuré a pasar al comedor a través de la cortina de bambú.
Raymond Chandler (Estados Unidos, 1888-1959).
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