martes, 27 de agosto de 2019

Tu boca: EL SALMO DEL MISTERIO, de Tudor Arghezi

"Tú que escuchas, sacándote del pecho parte de tu vestido, que con el fuego de tu boca besas..."

Oh, tú, la de otro tiempo
perdido en los caminos de la tierra!
Quién ha puesto tu frente sobre mi alma
tomando en ella el sitio de la madre?
Mujer en mí esparcida
como está la fragancia en una selva
porque tu nombre se escribió en el sueño
a golpe de hacha se grabó en mí mismo,
Tú amarraste mi vida a la canción
e hiciste que mis brazos la buscaran
en tus manos y sobre tus mejillas.
 
Como si hubieras sido un brazalete
ceñida te llevé a mi pensamiento
cuando aspiré a mecer entre mis brazos
al hijo de los hombres.
Rosa pura, te obstinas en mi cruz
con clavos de diamante
y en cualquier movimiento
pierdes por cada pétalo una estrella.
Imán de mis deseos,
oh, tú fuente de sed encarnizada,
tierra de los rebaños,
tierra de las cosechas y las sombras.
 
Cambiaste mi sendero,
lo convertiste en olas sobre el mar
que se lleva mi proa solitaria
de un abismo a otro abismo.
Mis riberas se agrandan en la noche,
en las olas crecientes,
con tu consentimiento
se movió la marea del dolor,
y dónde están tus manos
para que hagan volver
las vías de la luz al aire oscuro?
Y dónde están tus dedos
para que en mi corona
delaten las espinas?
Y la cadera acostada en la hierba
que las plantas enlazan
y escuchan en tus senos el suspiro
del amor conquistado en la agonía?
 
Oh, tú, que cuando cruzas las praderas
haces estremecerse los follajes
y abrazas lo que encuentras
con una red caliente de frescura.
Tú que escuchas, sacándote del pecho
parte de tu vestido
que con el fuego de tu boca besas
y tomas con tus manos suavemente
el desierto del tiempo atravesado
por halcones, arenas y cenizas,
a los que el viento entrega
una apariencia que no tiene rostro?
 
Vas extraviada del mundo y su camino
como flecha sin rumbo
y se hizo tu belleza
sólo para engañarme,
Pero, por qué no fuiste vencedora
de aquel destino que acechó tu ser,
no. supiste crear en su camino
aquel odio que lo derribaría.
Levanta de la tierra tus orejas!
En esta hora nocturna te reclamo
para que escuches tú, la inolvidada,
mi maldición ardiente!


Tudor Arghezi (Rumania, 1880-1967).

(Traducido al español por Pablo Neruda).

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