martes, 21 de mayo de 2019

Tu boca: UN PAR DE OJOS AZULES, de Thomas Hardy

"- Vamos, Stephen, no pienso tragarme eso. ¿Por qué me amaste? - Podría ser por tu boca."

 (Fragmento del capítulo VII)

- ¿Por qué me amaste? -dijo ella, tras haber observado de manera prolongada y meditabunda un pájaro que volaba.

- No lo sé -replicó él despreocupado.

- Oh, sí lo sabes -insistió Elfride.

- Quizá por tus ojos.

- ¿Qué les pasa? Vamos, no me irrites con una respuesta a la ligera. ¿Qué les pasa a mis ojos?

- Oh, nada digno de mención. Están los dos igual de bien.

- Vamos, Stephen, no pienso tragarme eso. ¿Por qué me amaste?

- Podría ser por tu boca.

- Bueno, ¿qué le pasa a mi boca?

- Me pareció una boca bastante pasable...

- Eso no es muy halagüeño.

-Tiene unos labios dulces y hacen un bonito puchero; aunque, de hecho, no es más que una boca como la que tiene todo el mundo.

- No te lo inventes sobre la marcha, Stephen. Y dime, ¿porqué-me-amaste?

- Quizá fue por tu cuello y por tu pelo, aunque no estoy seguro, o por tu sangre indolente, que lo único que hacía era retirarse de tus mejillas y volver; pero no estoy seguro. O por tus manos y brazos, que eclipsaron todas las demás manos y brazos; o por tus pies, que jugueteaban bajo tu vestido como unos ratoncillos; o por tu lengua, de un tono tan delicado. Pero no estoy del todo seguro.

- Ah, eso es muy bonito decirlo; pero poco me interesa tu amor si ha hecho una imagen tan simple y chata de mí como ésa, y si no estás seguro, y si razonas tan fríamente; pero sí lo que sentiste que yo era, Stephen -y cuando dijo esas palabras una furtiva carcajada y una expresión retozona apareció en la cara de él-, cuando te dijiste: «Pienso amar a esa joven».

Thomas Hardy (Inglaterra, 1840-1928).

(Traducido al español por Damián Alou).

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