sábado, 27 de octubre de 2018

Otoño: EL CASTILLO BLANCO, de Orhan Pamuk

"Era uno de esos hermosos días de otoño que huelen a mar y a algas. Pasamos toda la mañana junto a un estanque de nenúfares..."

(Fragmento del capítulo 9)

Un día, cuando el Maestro me dijo que esa mañana el sultán nos esperaba a los dos, fui con él a palacio. Era uno de esos hermosos días de otoño que huelen a mar y a algas. Pasamos toda la mañana junto a un estanque de nenúfares bajo los ciclamores y plátanos de un bosquecillo bastante grande cubierto por las hojas rojas caídas de los árboles. El sultán quiso que habláramos de las ranas que llenaban vivaces el estanque. El Maestro no le complació y soltó un par de lugares comunes faltos de fantasía y colorido. Al sultán no le importó aquella descortesía que a mí tanto me sorprendió. Estaba más interesado en mí.
 
Así pues, hablé largamente del mecanismo de salto de las ranas, de la circulación de su sangre, de cómo sus corazones seguían latiendo un buen rato si se separaban con cuidado del cuerpo y de las moscas e insectos que comían. Pedí papel y pluma para mostrarle mejor la evolución que sufrían desde el huevo hasta llegar a parecerse a las ranas adultas del estanque. El sultán se mostró muy interesado mientras yo hacía los dibujos con el juego de cálamos que me trajeron en un estuche de plata con incrustaciones de rubíes. Escuchó muy divertido las fábulas que todavía podía recordar en las que aparecían ranas, y aunque arrugó el gesto con náuseas cuando le llegó el turno al cuento de la princesa que besaba a la rana, no me pareció en absoluto el jovencito estúpido del que hablaba el Maestro; era más bien como un adulto con la cabeza sobre los hombros que quiere comenzar el día hablando de ciencia y arte. Al final de aquellas hermosas horas, que el Maestro se pasó rezongando, el sultán me dijo mirando los dibujos de ranas que tenía en la mano: «De hecho, ya sospechaba que habías sido tú quien se había inventado las historias. ¡Así que además también dibujaste las ilustraciones!». Luego me preguntó por los sapos bigotudos.
 
Así fue como comenzó mi relación con el sultán.


Orhan Pamuk (Turquía,1952). Obtuvo el premio Nobel en 2006.

(Traducido al español por Rafael Carpintero).

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