martes, 4 de diciembre de 2018

Día de los muertos: LA VIEJA GRANJA EL DÍA DE LOS MUERTOS, de Émile Verhaeren

"Y cuando la caída dorada del follaje la roza, ¡Lágrimas! De sus muros marchitos y tejas desgastadas..."

La granja con largas paredes blancas, bajo los grandes árboles amarillos,
mira, con los ojos de sus baldosas apagados,
caer muy despacio, en este día de los muertos,
el follaje desvanecido de alisos y fresnos.
 
Sueña y resueña a quienes están en otra parte,
y que, de padres a hijos, ancestralmente se esfuerzan
de pie cavando el suelo, con las manos hurgando la tierra,
estremeciendo la llanura con sus profundos golpes de labor.
 
Entonces piensa que está acabada y sola,
y que sus paredes gruesas y pesadas, pero agrietadas ya,
permiten filtrarse a la lluvia y la niebla espesa,
lo mismo la chimenea donde los antepasados buscaban calor.
 
Mira al horizonte resentida con los burgos;
las nubes compactas cubren los cielos de Flandes;
y tristemente, y en mayor medida se escuchan
por allí, los pasos de la muerte saltando uno por uno.
 
Y cuando la caída dorada del follaje la roza,
¡Lágrimas! De sus muros marchitos y tejas desgastadas,
la granja siente que su distancia se ha consumido
que suavemente se aproxima a ella, esta hora final,
y llora.


Émile Verhaeren (Belga fallecido en Francia, 1855-1916).

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