- Huicholes -dijo Anabella al ver que él las observaba-. Un arte increíble... una
vez tuve un amante huichol. Me lo encontré en la Alameda. Vendía cruces y
collares, ¡guapo como él solo!, y con el pretexto de comprarle todo, me lo traje
a casa, pues le dije que no me alcanzaba el dinero. Y aquí mismo, allí donde
estás tú sentada, me le eché encima y lo obligué a amarme. -Se atacó de risa y
de tos-. ¡No saben cuántas travesuras he hecho! De muchas no me acuerdo. Al
huichol le gustaba que yo le cantara. Era muy tierno, muy joven, vivió conmigo
como seis o siete meses, hasta que vino su esposa y se lo llevó. No me acuerdo
quién, siguió después de él. Pero hay que tener muchos esposos y amantes
mexicanos para entender este país. De otra manera se queda uno en la superficie,
sin ahondar en los misterios, en las creencias. Yo no entendería el día de
muertos si no hubiera amado a un tarasco. Escucha Mina, escucha tú también
Franco: Están recién casados y...
Sergio Galindo (México, 1926-1993).
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