"... cuando se convenció en el reguero de hojas amarillas de su otoño que nunca había de ser el dueño de todo su poder..."
(Fragmento del capítulo final)
(Fragmento del capítulo final)
… había
sabido desde sus orígenes que lo engañaban para complacerlo, que le cobraban
por adularlo, que reclutaban por la fuerza de las armas a las muchedumbres
concentradas a su paso con gritos de júbilo y letreros venales de vida eterna
al magnífico que es más antiguo que su edad, pero aprendió a vivir con esas y
con todas las miserias de la gloria a medida que descubría en el transcurso de
sus años incontables que la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el
amor, más perdurable que la verdad, había llegado sin asombro a la ficción de
ignominia de mandar sin poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido
sin autoridad cuando se convenció en el reguero de hojas amarillas de su otoño
que nunca había de ser el dueño de todo su poder, que estaba condenado a no
conocer la vida sino por el revés, condenado a descifrar las costuras y a
corregir los hilos de la trama y los nudos de la urdimbre del gobelino de
ilusiones de la realidad sin sospechar ni siquiera demasiado tarde que la única
vida vivible era la de mostrar, la que nosotros veíamos de este lado que no era
el suyo mi general, este lado de pobres donde estaba el reguero de hojas amarillas
de nuestros incontables años de infortunio y nuestros instantes inasibles de felicidad,
donde el amor estaba contaminado por los gérmenes de la muerte pero era todo el
amor mi general, donde usted mismo era apenas una visión incierta de unos ojos de
lástima a través de los visillos polvorientos de la ventanilla de un tren, era
apenas el temblor de unos labios taciturnos, el adiós fugitivo de un guante de
raso de la mano de nadie de un anciano sin destino que nunca supimos quién fue,
ni cómo fue, ni si fue apenas un infundio de la imaginación, un tirano de
burlas que nunca supo dónde estaba el revés y dónde estaba el derecho de esta
vida que amábamos con una pasión insaciable que usted no se atrevió ni siquiera
a imaginar por miedo de saber lo que nosotros sabíamos de sobra que era ardua y
efímera pero que no había otra…
Gabriel García Márquez (Colombiano fallecido en México, 1927-2014).
Obtuvo el premio Nobel en 1982.
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