"La primera lluvia de septiembre, violenta, generosa, inundaba la ciudad."
(Fragmento de la segunda parte: Jueves y vacaciones)
(Fragmento de la segunda parte: Jueves y vacaciones)
Durante
semanas el verano y sus súbditos se arrastraban bajo el cielo pesado, húmedo y
tórrido, hasta olvidar incluso el recuerdo de la frescura y el agua del
invierno, como si el mundo nunca hubiera conocido ni el viento, ni la nieve, ni
el agua ligera, y como si desde la creación hasta ese día de septiembre no
hubiera sido más que ese enorme mineral seco y perforado de galerías
recalentadas donde se movían lentamente, un poco extraviados, la mirada fija,
unos seres cubiertos de polvo y de sudor. Y de pronto el cielo, contraído sobre
sí mismo hasta la máxima tensión, se partía en dos. La primera lluvia de
septiembre, violenta, generosa, inundaba la ciudad. Todas las calles del barrio
empezaban a brillar, así como las hojas barnizadas de los ficus o los rieles
del tranvía. Pasando por encima de las colinas que dominaban la ciudad llegaba
de los campos lejanos un olor de tierra mojada que traía a los prisioneros del
verano un mensaje de espacio y de libertad. Entonces los niños se arrojaban a
la calle, corrían bajo la lluvia con sus ropas ligeras y chapaleaban dichosos
en el agua que fluía a borbotones por la cuneta, formaban corros en los grandes
charcos, cogiéndose de los hombros, las caras llenas de gritos y de risas,
recibiendo la lluvia incesante, chapoteando rítmicamente en el agua sucia de la
nueva vendimia, más embriagadora que el vino.
Albert Camus (Francés nacido en Argelia, 1913-1960). Obtuvo el premio Nobel en 1957.
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