miércoles, 29 de agosto de 2018

Agosto: REM, de Mircea Cărtărescu


(Fragmento)

Una noche de agosto, cuando bajo la carpa del circo Vittorio se habían reunido más espectadores que nunca, sobre la piel del abuelo aparecieron, en medio de una jungla de tatuajes frenéticos, tres letras como grabadas con zafiros: REM. Por todo el pecho, como una premonición. Soile, mi abuela, que ya había tenido a mi madre en 1921 y la había dejado en Chimogi, al cuidado de la viuda de Marcos, siguió con el dedo el contorno mágico de las tres letras, empezó a reír y a llorar, a gritar y a revolcarse por el polvo del escenario, hasta que, doblando el espinazo hacia atrás, arqueó la espalda de forma tan terrible que incluso Tudoriţa, la del Le Magnifique, habría sentido envidia. Aquel fue también el año de la quiebra de don Vittorio Carrá, el propietario del circo. Soile murió en el monasterio de Dudu con un diagnóstico de demencia histérica; también Dumitru acabó su carrera de saltimbanqui cuando, unos meses después, mientras actuaba en invierno en Bráila, en un gran espectáculo, entre lanzadores de fuego, tragasables y forzudos con pieles de leopardo, rodeados de cadenas, fue destrozado en plena representación por los dos dragones, que se abalanzaron sobre él. Al parecer, aquellos fabulosos animales con hocico y cola de dragón, garras de león y alas de murciélago, habían visto, en los tatuajes siempre cambiantes de la piel amarillenta de mi abuelo, algo que provocó su ferocidad.
 

Mircea Cărtărescu (Rumania, 1956).
(Traducido al español por Marian Ochoa de Eribe).

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