miércoles, 15 de agosto de 2018

Agosto: LAS AMISTADES PELIGROSAS, de Choderlos de Laclos

 
Carta XV
 
El vizconde de Valmont a la marquesa de Merteuil

Hace usted muy bien, amiga mía, en no abandonarme a mi triste suerte. La vida que llevo aquí es realmente fatigosa por lo demasiado descansada y su uniformidad insípida. Al leer su carta y el pormenor del modo admirable con que ha pasado el día, me han dado tentaciones veinte veces de pretextar un negocio cualquiera, de volar a los pies de usted y de pedirle una sola infidelidad a su caballero, que al cabo de cuenta no merece tanta dicha. ¿Sabe que tengo celos de él? ¿Qué me habla usted de eterno rompimiento? Renuncio a un juramento hecho en la fuerza de un delirio; no hubiéramos sido dignos de hacerlo si lo hubiéramos de observar. ¡Ah! puédame yo vengar un día en sus brazos del despecho involuntario que me ha causado la fortuna del caballero. Confieso que me lleno de indignación cuando pienso que ese hombre sin razonar, sin tomarse el menor trabajo, siguiendo tontamente el instinto de su corazón, halla una felicidad que yo no puedo alcanzar. ¡Oh! yo la turbaré. Prométame que yo la turbaré. ¿Usted misma, no se siente humillada? Se da usted la pena de engañarle y él es más feliz que usted; lo cree atado a su cadena y es usted la que está a la suya; duerme tranquilamente mientras usted vela para procurarle placeres. ¿Qué más podría hacer su esclavo?
 
Mire, querida amiga, mientras usted se entregue a muchos no tendré ningunos celos, porque sólo veré en ellos los sucesores de Alejandro, incapaces de conservar entre todos el imperio en que yo reinaba solo. Pero si usted se da enteramente a uno de ellos, si existe otro hombre tan feliz como yo, eso no lo sufriré, no espere que lo tolere. Vuelva usted a ligarse conmigo, al menos con otra que no sea el actual; no falte por un capricho exclusivo a la amistad inolvidable que hemos jurado.
 
Basta que yo tenga que quejarme del amor. Usted ve que sigo sus ideas y confieso mis errores. En efecto, si se llama estar enamorado el no poder vivir sin poseer lo que se desea, sin sacrificar el tiempo, los placeres y la vida, yo lo estoy verdaderamente. No estoy más adelantado que antes, y aun no tendría nada que decirle en este punto, sin un suceso que me da mucho que pensar y por el cual yo no sé todavía si debo esperar o temer.
 
Usted conoce mi lacayo, tesoro de intrigas y verdadero gracioso de comedia. Bien piensa usted que sus intenciones eran cortejar a la doncella y emborrachar a los criados. El tunante es más dichoso que yo. Ha logrado su fin. Y ahora acaba de descubrir que la señora de Tourvel ha encargado a uno de sus criados de tomar informaciones sobre mi conducta, y aún de seguirme en mis excursiones por las mañanas, en cuanto pueda, sin que yo me percate de ello. ¿Qué quiere esta mujer? ¿Con que la más honesta de toda se arriesga a cosas que apenas osaríamos nosotros?... Juro a usted... Pero antes de pensar en vengarme de esta astucia femenina, ocupémonos de hacer que resulte en nuestra ventaja. Hasta ahora, estos paseos que excitan sus sospechas, no tenían objeto ninguno; es preciso hacer que lo tengan. Este plan merece mi atención; dejo a usted para meditarlo. Adiós, mi hermosa amiga

Siempre en la quinta de..., a 15 de agosto de 17...


Choderlos de Laclos (Francés fallecido en Italia, 1786-1803).

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