miércoles, 2 de mayo de 2018

Mayo: LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, de Milan Kundera

 
Sexta parte: La gran marcha
 
6
 
(Fragmento)

La primera rebelión interna de Sabina contra el comunismo no tuvo un carácter ético, sino estético. Pero lo que le producía rechazo era mucho menos la fealdad del mundo comunista (los palacios destrozados convertidos en establos) que la máscara de belleza que se ponía o, dicho de otro modo, el kitsch comunista. Su modelo es la festividad denominada primero de mayo.
 
Había visto las manifestaciones del primero de mayo en la época en que la gente aún estaba entusiasmada o aún fingía plenamente el entusiasmo. Las mujeres vestían camisas rojas, azules, blancas, de modo que, vistas desde los balcones y las ventanas, formaban diversas figuras: estrellas de cinco puntas, corazones, letras. En medio de las distintas partes de la manifestación iban pequeñas orquestas que tocaban marchas. Cuando los manifestantes se acercaban a la tribuna, hasta las caras más aburridas se iluminaban con una sonrisa, como si quisiesen demostrar que se alegraban convenientemente o, más exactamente, que estaban convenientemente de acuerdo. Y no se trataba de un mero acuerdo político con el comunismo, sino de un acuerdo con el ser en tanto que tal. La festividad del primero de mayo bebía de la profunda fuente del acuerdo categórico con el ser. La consigna tácita, implícita, de la manifestación no era «¡viva el comunismo!», sino «¡viva la vida!». La fuerza y la astucia de la política comunista consistían en haberse apoderado de esta consigna. Era precisamente esta estúpida tautología («¡viva la vida!») la que atraía a la manifestación comunista incluso a aquellos que eran indiferentes a las tesis comunistas.

Milan Kundera (Checo nacionalizado francés, 1929).
 
(Traducido al español por Fernando Valenzuela).
 
La ilustración corresponde al desfile del primero de mayo en la ciudad de Praga, en 1956.

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