jueves, 17 de mayo de 2018

Largo fue el día de mayo y fragante la noche...


En la poesía de Ricardo Molina (1917-1968) se advierten algunas estrofas afortunadas que hacen referencia al mes de mayo. Por ejemplo, su Elegía XII inicia así: "Dicen que el mes de mayo es el mes del amor,/ pero yo me pregunto si hay alguna estación/ que no lo sea..."

Antes, en la Elegía III dice: "soñando bajo el sol y a la vuelta perdidos,/ pálidos y perdidos en la luna de mayo", culmina con una nostalgia muy lograda:

Largo fue el día de mayo y fragante la noche.
Como sombras pasamos entre los juncos húmedos.
El viento se enredaba en los avellanares.
El arroyo expiraba en un verde gemido
y el viento se extendía sobre nosotros mudo.

Su Elegía X abre con la siguiente estrofa: "En las tardes de mayo cuando el aire brillaba/ con un azul radiante y en las olas del musgo/ se mecía la blanca flor de la sanguinaria,/ te amaba casi más que a nadie en este mundo". Para después establecer: "¿si las tardes de mayo son tan claras y bellas/ y te amo, amor mío, más que a nadie en el mundo?" Y desembocar finalmente en el desengaño: "No creíste, ah, nunca creíste que pudiera/ acabar el amor de aquella primavera,/ pero la vida es siempre más larga que el amor/ y si la dicha es bella como una flor de mayo,/ como una flor de mayo breve es también su flor".

Estas líneas pertenecen a Invitación a la dicha: "Bésame ahora que es primavera/ y el chamariz canta y vuela en un árbol,/ ahora, amor mío, que estamos en mayo". Este poema se expone a la inevitable comparación con La hora, de la uruguaya Juana de Ibarbourou.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
 
Hoy y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Se percibe una similitud entre dichos poemas que me parece requiere de mayor atención, por lo que en los días subsecuentes me ocuparé de ambos con el fin de procurar algo más conclusivo.

Jules Etienne 

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