martes, 20 de febrero de 2018

Nieve: ADIÓS A LAS ARMAS, de Ernest Hemingway

"... contemplaba la caída de la nieve desde una de las ventanas del prostíbulo destinado a los oficiales."
 
(Fragmento del capítulo II)

El bosque de robles, en la montaña del otro lado de la ciudad, había desaparecido. Cuando llegamos a la ciudad, durante el verano, el bosque era frondoso, pero ahora parecía lleno de troncos destrozados y con la tierra llena de hoyos; al final del otoño, una día que me encontraba en el lugar donde aquél había existido, vi cómo una nube avanzaba por encima de la montaña. Iba a gran velocidad y el sol no tardó en volverse amarillo oscuro. Después todo apareció gris. El cielo quedó totalmente cubierto. De repente la nube descendió sobre la montaña y nos envolvió; era nieve.
 
La nieve cortaba el viento, cubrió la tierra y los troncos de los árboles se destacaron muy negros. También cubrió los cañones y pronto se formaron en la nieve pequeños caminos que conducían a las enramadas detrás de las trincheras.
 
Más tarde, hallándome en la ciudad, contemplaba la caída de la nieve desde una de las ventanas del prostíbulo destinado a los oficiales. Me encontraba allí con un amigo, dos vasos y una botella de Asti, y mientras veíamos como la nieve iba cayendo pesada, lentamente, comprendimos que por aquel año todo había terminado. Más allá de la ciudad, las montañas no habían sido ocupadas, así como tampoco las de nuestro lado del río. Para esto se esperaba el año siguiente. Mi amigo vio al capellán militar que pasaba por la calle, caminando con gran precaución entre el barro. Golpeó la ventana para llamar su atención. El capellán levantó la cabeza. Nos vio y sonrió. Mi amigo lo invitó a entrar, pero el capellán movió la cabeza y se alejó.
 

Ernest Hemingway (Estados Unidos, 1899-1961).
Obtuvo el premio Nobel en 1954.

(Traducido al español por Carlos Pujol).

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