"... que de él se apoderen las tinieblas y la oscuridad, que las nubes lo envuelvan y los eclipses lo aterren..."
(Fragmento del capítulo 11)
(Fragmento del capítulo 11)
La
mujer de job, de la que hasta ahora no habíamos oído una sola palabra, ni
siquiera para llorar la muerte de sus diez hijos, pensó que ya era hora de
desahogarse y le preguntó al marido, Todavía te mantienes firme en tu rectitud,
yo, en tu caso, si estuviera en tu lugar, maldeciría a dios aunque por ahí me
llegara la muerte, a lo que job respondió, Estás hablando como una ignorante,
si recibimos el bien de manos de dios, por qué no recibiríamos también el mal,
ésta fue la pregunta, pero la mujer respondió airada, Para el mal ya está
satán, que el señor aparezca ahora como su competidor es algo que nunca se me
había pasado por la cabeza, No puede haber sido dios el que me ha puesto en
este estado, sino satán, Con el acuerdo del señor, dijo ella, y añadió, Siempre
he oído decir a los antiguos que las mañas del diablo nada pueden contra la
voluntad de dios, pero ahora dudo de que las cosas sean tan simples, lo más
seguro es que satán no sea nada más que un instrumento del señor, el encargado
de llevar a cabo los trabajos sucios que dios no puede firmar con su nombre.
Entonces job, en el culmen del sufrimiento, tal vez, sin confesarlo, animado
por la mujer, rompió el dique del temor de dios que le sellaba los labios y
exclamó, Perezca el día en que nací y la noche en que fue dicho, Ha sido
concebido un varón, conviértase ese día en tinieblas, que dios desde lo alto no
le preste atención ni la luz resplandezca sobre él, que de él se apoderen las
tinieblas y la oscuridad, que las nubes lo envuelvan y los eclipses lo aterren,
que no se mencione ese día entre los días del año, ni se cuente entre los
meses, que sea estéril tal noche y no se haga oír en ella ningún grito de
alegría, oscurézcanse las estrellas de su crepúsculo, en vano se espere la luz
y no se abran los párpados de la aurora por no haberme cerrado la salida del
vientre de mi madre, impidiendo que llegara a ver tanta miseria, y así se fue
quejando job de su suerte, páginas y páginas de imprecaciones y lamentos,
mientras tres amigos suyos, elifaz de teman, bildad de súaj y sofar de naamat,
le iban haciendo discursos sobre la resignación en general y el deber de todo
creyente de acatar con la cabeza baja la voluntad del señor, sea ella la que
sea.
José Saramago (Portugal, 1922-2010). Obtuvo el premio Nobel en 1998.
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