viernes, 5 de agosto de 2016

Canícula: TRES TRISTES TIGRES, de Guillermo Cabrera Infante



"Ahora se desentendía de artes encuadernatorias, de referencias bibliográficas..."
 
(Fragmento)
 
El joven, porque éste era el más joven de los dos hombres que miraban la opus magna que el maestro odioso y odiado sostenía en sus manos, registró en sus retinas resentidas guardas, cajo, tapa, tejuelo, cantonera, lomo, lomera, nervios, florón, estampaciones de rótulo, cabezadas, forro de tela, forro de papel, cosido de pliegos o cuadernillos, corte de cabeza, corte de pie, corte de delante, ilustración, margen de cabeza, margen exterior, boca, sobrecubierta, faja, y paseó leve ojeada sobre los textos. Ahora se desentendía de artes encuadernatorias, de referencias bibliográficas, de nomenclaturas librescas para sentir por debajo de la trinchera impermeable, que llevaba convenientemente cerrada a pesar de los aires de canícula tropical que soplaran en la altiplanicie, y sobre americana bien cortada pudo tantear con codo y antebrazo destral punzante, bien afilado a extremo de corto mango de teca blanca y pulimentada. Miró del libro a la noble cabeza encanecida y pensó que debería perforar cuero cabelludo, hueso occipital y atravesar membranas meníngeas (a, duramáter; b, aracnoide; c, piamáter) para hendir cerebro, traspasar cerebelo y quizás llegar a médulas oblongas, pues todo dependía de la fuerza inicial, momentum capaz de alterar su inercia homicida. «Tengo un santo horror a los diálogos», dijo otra vez el anciano, en ruso ahora, pero pensando cómo sonaría en alemán. Fue esta frase en ritornello lo que le movió a golpear.

 
Guillermo Cabrera Infante (Cuba, 1929-2005)

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