martes, 2 de agosto de 2016

Canícula: EL ALIENTO PERDIDO, de Edgar Allan Poe

"... me abrí paso entre los numerosos ataúdes allí colocados. Los bajé al suelo y, arrancándoles la tapa..."
 
(Fragmento)
 
Como es natural lo ocurrido me valió simpatías generales, y como nadie reclamó mi cadáver se ordenó que fuera enterrado en una bóveda pública.
 
Allí, después de un plazo conveniente, fui depositado. Marchóse el sepulturero y me quedé solo. En aquel momento un verso del Malcontento de Marston: La muerte es un buen muchacho, y tiene casa abierta... me pareció una palpable mentira.
 
Arranqué, sin embargo, la tapa de mi ataúd y salí de él. El lugar estaba espanto- samente húmedo y era muy lóbrego, al punto que me sentí asaltado por el ennui. Para divertirme, me abrí paso entre los numerosos ataúdes allí colocados. Los bajé al suelo uno por uno y, arrancándoles la tapa, me perdí en meditaciones sobre la mortalidad que encerraban.
 
- Éste -monologué, tropezando con un cadáver hinchado y abotagado- ha sido sin duda un infeliz, un hombre desdichado en toda la extensión de la palabra. Le tocó en vida la terrible suerte de anadear en vez de caminar, de abrirse camino como un elefante y no como un ser humano, como un rinoceronte y no como un hombre.
 
Sus tentativas para avanzar resultaban inútiles y sus movimientos giratorios terminaban en rotundos fracasos. Al dar un paso adelante, su desgracia consistía en dar dos a la derecha y tres a la izquierda. Sus estudios se vieron limitados a la poesía de Crabbe. No tuvo idea de la maravilla de una pirouette. Para él, un pas de papillon era sólo una concepción abstracta. Jamás ascendió a lo alto de una colina. Nunca, desde un campanario, contempló el esplendor de una metrópolis. El calor era su mortal enemigo. Durante la canícula sus días eran días de can. Soñaba con llamas y sofocaciones, con una montaña sobre otra, el Pelión sobre el Osa. Le faltaba el aliento, para decirlo en una palabra; sí, le faltaba el aliento.
 
 
Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1809-1849)
 
A través de este vínculo es posible la lectura del texto íntegro de El aliento perdido

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