miércoles, 30 de diciembre de 2015

Unicornios: REYES DE LA TIERRA, de Gonzalo Rojas Flores


El camahueto

Era un animal parecido a un ternero, de color plomizo brillante, con un cuerno en la frente. Este cuerno estaba seguramente vinculado a las creencias europeas en el unicornio. Para que naciera un Camahueto, era necesario enterrar un pedazo de su cuerno. A medida que éste crecía, empezaba a brotar una pequeña vertiente de agua, que luego se transformaba en arroyo. Ciertas versiones indican que durante su etapa de crecimiento, el Camahueto permanecía enterrado. Otros aseguran que en ese período vivía en ríos y lagunas fangosas. Al alcanzar su madurez -a los veinticinco años aproximadamente-, emergía violentamente de su refugio y emprendía viaje hacia el mar, destruyendo bosques, sembradíos, cercas y todo lo que encontraba a su paso, dejando profundos surcos en la tierra. Una vez en el mar, embestía y hundía las embarcaciones y acababa con los peces.

Para evitar estas destrucciones, debía ser capturado antes de que llegara al mar. Sólo los brujos y machi podían hacerlo, pues eran los únicos que podían verlo. En noches de plenilunio, lo laceaban con una soga de sargazo, un alga fucacea capaz de soportar la fuerza del animal, sin romperse. Según otra versión, la cuerda debía ser de voqui. una enredadera de tallo flexible. Una vez laceado, el brujo, con un machete, le arrancaba el cuerno. Sin él, perdía toda su fuerza y podía ser conducido fácilmente hacia el mar.

Las raspaduras del cuerno eran utilizadas en la fabricación de ungüentos mágicos que servían para sanar afecciones a la piel, el reumatismo, la enfermedad del susto, enfermedades nerviosas, la anemia y el desgano. También servía para elaborar briznas que se aplicaban sobre las quebraduras. Una sobredosis de estos polvos podía «encamahuetar» al paciente, dotándolo de una poderosa fuerza y tornándolo violento. Debido a que del cuerno podía nacer otro Camahueto, los brujos debían tener cuidado en hervir las raspaduras. En ciertas ocasiones, sin embargo, el brujo no lo hacía y, para vengarse de alguien, enterraba un pedazo de cuerno, engendrando un nuevo animal.


Gonzalo Rojas Flores (Chile, 19?)
 
La ilustración corresponde a Camahueto, de Rodrigo Verdugo.

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