"... Lucifer. A su derecha, unos ángeles         con lanzas arrojan a las llamas del infierno a los soberbios..."
(Fragmento de Venecia, un interior)
Pero es en         Torcello donde en buena medida se originó Venecia, la primera isla         que tuvo visos de ser habitada permanentemente por los refugiados de Aquileia,         Altino, Concordia y Padua que huían a la laguna temporalmente y         erigían palafitos en el estuario ante las invasiones bárbaras         del siglo V. Torcello fue la isla más importante de los primeros         tiempos, y hoy sólo quedan en pie dos iglesias, precisamente de         aquellos primeros tiempos. Es un lugar, por tanto, que ha vuelto a su         ser. La catedral de Santa Maria Assunta y la pequeña iglesia de         Santa Fosca son dos restos inverosímiles del estilo véneto-bizantino         de los siglos XI y XII (aunque en la primera se conserven elementos del         siglo VII) y de una población que, a diferencia de Venecia misma         (que creció y se detuvo), creció y decayó hasta el         punto de que su suelo se tragara los palacios y las demás iglesias,         los monasterios y los edificios civiles y su floreciente industria lanar.         Venecia no es verdadera ruina, Torcello sí, víctima de sus         aguas progresivamente palúdicas y de la malaria. En uno de los         mosaicos del interior de la catedral (el que muestra el Juicio Universal)         hay una extraordinaria figura de Lucifer. A su derecha, unos ángeles         con lanzas arrojan a las llamas del infierno a los soberbios -testas coronadas,         mitradas, cuellos de armiño, orejas ornamentadas-. Esas testas         son de inmediato aprehendidas por diminutos ángeles verdes, los         ángeles caídos. Lucifer, sentado en un trono cuyos brazos         son dos cabezas de dragón que devoran cuerpos humanos, tiene la         cara y el gesto de Dios Padre: la barba y el pelo abundantes y blancos,         el aspecto venerable, la mano derecha en ademán de saludo o de         serena orden; sobre sus rodillas, un niño de bonito rostro vestido         de blanco: parece un Niño Redentor, un Dios Hijo. Pero la cara         y el cuerpo de Lucifer son de color verde oscuro: es un Dios Padre invertido,         o mejor dicho, en negativo, y quien se sienta sobre su regazo es el Anticristo,         que también saluda con su mano derecha -el mismo gesto-, como un         pequeño príncipe que invitara con suavidad a acercarse a         los muertos.
Javier Marías (España, 1951)
Es posible la lectura del texto íntegro en el sitio de Javier Marías: Venecia, un interior

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