"Todo en ella es luminoso y claro, sin embargo, también se percibe una (...) tranquila sensualidad."
(Fragmento del capítulo XXXIII: Una visita a Venecia)
Para quien no haya visto Venecia en el mes de abril será difícil elaborar un retrato del indescriptible encanto de esta ciudad hechicera. La apacible serenidad de la prima- vera es para Venecia lo que el brillante sol estival a la gloriosa Génova o lo que el dorado púrpura otoñal es para Roma, ese gran anciano entre las ciudades. Y apenas la primavera nos agita y llena de deseo, también Venecia con su hermosura. Atormenta y provoca al inocente corazón con una sensación de alegría inminente, una alegría que es al mismo tiempo simple pero misteriosa. Todo en ella es luminoso y claro, sin embargo, también se percibe una calina somnolienta de tranquila sensualidad; todo es silencioso, aunque siempre está dando la bienvenida; todo sobre esta ciudad es femenino, incluso hasta su nombre; no por nada se le conoce como “Venecia la hermosa”.
Iván Turguéniev (Rusia, 1818-1883).
(Traducido al español por Jules Etienne).
(Traducido al español por Jules Etienne).
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