viernes, 23 de enero de 2015

Enero: LA MALDICIÓN DE LOS CÉSARES, de Stephen Dando-Collins


(Fragmento del capítulo XI: El asesinato de Calígula)

Los conspiradores habían convenido asesinar a Calígula durante la primera jornada de los Juegos Palatinos. Ahora bien, llegado ese día, a casi todos los conspiradores se les encogió el ombligo y el asesinato fue aplazado, primero hasta el día siguiente y luego hasta el otro. El plan siguió sin ejecutarse. La noche del 23 de enero, cuando sólo restaba un día de festival y Calígula tenía previsto partir muy pronto a Alejandría para realizar una gira de inspección por Egipto, el frustrado tribuno pretoriano Casio Querea convocó a los demás conjurados a una reunión secreta donde dijo que debían actuar ahora o resignarse a dejar pasar esta oportunidad. Puesto que era el oficial al mando de la cohorte de la guardia pretoriana que estaría de servicio el día 24. Querea, harto de las burlas de Calígula, que le llamaba viejo, blando y afeminado, se ofreció voluntariamente para ser el primero en herir al joven emperador desquiciado, siempre y cuando todos los demás cumpliesen su parte del plan.
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Cabe señalar también que su relación con Calígula no era la mejor, puesto que el caprichoso emperador le provocaba con cierta frecuencia, acusándole de ser una damisela cuando mostraba un exiguo entusiasmo ante las torturas que padecían las víctimas inocentes de la arbitrariedad y los estados de ánimo variables del emperador. Cuando, siendo el oficial al mando durante el día, Querea solicitaba conocer el santo y seña de los guardias de la ciudad para la jornada siguiente, Calígula se burlaba de él dándole contraseñas del estilo «amor», o nombres de diosas y figuras mitológicas de sexo femenino. Así las cosas, por motivos tan idealistas como personales, Casio Querea estaba dispuesto a extirpar ese cáncer llamado Calígula del corazón de la sociedad romana.

El día 24 de enero al alba, decenas de miles de romanos acudieron en masa a los juegos. Accedieron por la única puerta habilitada para el acceso del público al teatro provisional de madera que se construía todos los años en terrenos del Palatium con ocasión del festival. También llegó Calígula, un apuesto joven de veintinueve años, de tez pálida, esbelto y con una incipiente calva, accediendo al recinto por una segunda entrada que utilizaban los músicos y los actores del teatro. Esta entrada comunicaba directamente con el Palatium de Calígula, un palacio de nueva planta edificado en el monte Palatino e independiente del palacio original de Augusto, aunque conectado con el mismo, que ahora era conocido como el Viejo Palatium, y situado ligeramente por encima del emplazamiento del palacio que construyó su padre, Germánico.
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Al filo de las dos de la tarde, Asprenas se acercó de nuevo y sugirió que tal vez el emperador recuperaría el apetito luego de hacer una visita a los baños. Los autores no se ponen de acuerdo en la hora exacta del hecho -Josefo lo sitúa durante la novena hora, alrededor de las dos de la tarde, siendo así que el menos fiable Suetonio nos habla de la séptima hora, esto es, algún momento entre el mediodía y las 12:45-.
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De acuerdo con Suetonio, el emperador recibió hasta treinta heridas de espada, algunas incluso en sus genitales. Mientras agonizaba en el suelo, el centurión Aquila le asestó el golpe definitivo, escribe Josefo, poniendo fin a tan «virtuosa carnicería». De este modo el emperador Cayo César Germánico fue brutalmente asesinado. Según Dion Casio, mientras moría Calígula «supo por propia experiencia que no era un dios».


Stephen Dando- Collins (Australiano nacido en Tasmania, 1950)

La ilustración corresponde al Palatium del emperador en el monte Palatino. 

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