jueves, 12 de junio de 2014

Espejos (42): LA NOCHE A TRAVÉS DEL ESPEJO, de Fredric Brown

"Ajedrez de a través del espejo, y ajedrez real, ambos."

Capítulo catorce
 
(Fragmento)
 
¿Qué es lo que Alicia había encontrado?

Piezas de ajedrez, y una partida de ajedrez. Y Alicia había sido un peón. Ésa era la razón por la que había cruzado el tercer cuadro en tren. Y cada resoplido de humo costaba a mil libras por unidad, casi tan caro como podría haberme costado el humo de mi puro si Smiley no me lo hubiera quitado de las manos y hubiera dicho que era suyo.

Piezas de ajedrez, y una partida de ajedrez.

¿Pero quién era el jugador?

Y de pronto lo supe. Sin lógica alguna, porque no tenía ni asomo de motivos. No entendía el porqué, pero Yehudi Smith me había dicho cómo, y ahora yo había descubierto el quién.

La trama. Fuera quien fuese quien había planeado el problema de ajedrez de esta noche, lo había hecho muy bien, y había jugado magníficamente. Ajedrez de a través del espejo, y ajedrez real, ambos. Y me conocía muy bien, lo que quería decir que yo le conocía también. Conocía mis puntos flacos, las trampas en las que podía caer. Sabía que iría con Yehudi Smith gracias a la fuerza de aquella historia loca y absurda que Smith me había contado.

Pero, ¿por qué? ¿Qué sacaba en limpio? Había matado a Miles Harrison, a Ralph Bonney y a Yehudi Smith. Y había dejado el dinero que Miles y Ralph transportaban en el maletín, y lo había puesto en el maletero de mi coche, junto con los dos cadáveres.

El dinero no había sido el motivo. O bien era así, o el motivo había sido tan gran cantidad de dinero que los dos mil dólares que Bonney llevaba no tenían mayor importancia.

¿Y no era uno de los hombres implicados uno de los más ricos de Carmel City? Ralph Bonney. La fábrica de pirotécnica, inversiones, terrenos e inmuebles, todo debía acercarse a la suma de, bueno, quizá medio millón de dólares. Alguien que mata por medio millón de dólares bien puede dejar dos mil como producto de un atraco junto a los cuerpos de los asesinados, para procurar que le carguen el mochuelo al peón que ha elegido, para alejar de sí cualquier sospecha.

Consideremos los hechos.

Ralph Bonney obtuvo el divorcio hoy. Fue asesinado esta noche.

Entonces la muerte de Miles Harrison fue accidental. Yehudi Smith había sido otro peón.

Un cerebro retorcido, pero brillante. Un pensamiento frío y cruel. Y sin embargo, paradójicamente, al que le encantaba la fantasía, como a mí y que adoraba a Lewis Carroll, como yo.
 
 
Fredric Brown (Estados Unidos, 1906-1972)

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