El
amor suele ser un convenio tácito cuyas partes se comprometen a hallarse
indispensables y milagrosas. Juzgar que la otra persona es milagrosa es una
operación harto fácil, ya que todos vivimos en el anhelo de hallar personas
milagrosas; avenirnos a que nos juzguen milagrosos no es mucho más difícil, ya
que nadie se juzga por su conducta ni aún por sus palabras y pensamientos, sino
por la partícula de inmediata divinidad que lo impulsa a vivir, la que se
denomina voluntad en el lenguaje de Schopenhauer… En el convenio celebrado por
George Sand y Musset, hay que notar esta circunstancia anormal: las partes eran
realmente extraordinarias. No lo eran sólo para Dios; lo eran para los hombres,
también. Heine declaró preferir (Ueber
die franzoesische Buehme, 1940) el verso de Musset y la prosa de Sand al
verso y a la prosa de Hugo; no es tarea difícil multiplicar testimonios
análogos. El amor desea una secreta publicidad, desea misterio, simpatías y símbolos;
el amor de Aurore Dudevant y de Alfred de Musset fue casi un espectáculo del
París de la época romántica y lo es para nosotros aún.
Los
amores de George Sand fueron numerosos, pero sucesivamente “únicos” e
indiscutiblemente sinceros. ¡Mi corazón es una tumba!, le escribía a
Sainte-Beuve. Más bien una necrópolis, corrigió después Jules Sandeau…
Saint-Beuve, hacia 1833, le propuso varias alianzas. La silenciosa, desdeñosa
mujer las rehusó. Opinó que Dumas era “trop
commis-voyageur”, Jouffroy “trop vertueux”, Musset “trop dandy”. Sin embargo, accedió a
conocer al último e irreparablemente se enamoraron. La historia ha sido
comprendida por Swinburne: “Alfred era
voluble y George no se condujo como un perfecto caballero”.
Naturalmente,
ese epigrama no agota la curiosa aventura. Tampoco parecen agotarla los
volúmenes suscitados por ella: La
confesión d’un enfant du siécle, Elle
et lui, Lui et elle, Les lettres d’un voyageur, Le secrétaire intime… Las circunstancias
que es posible extraer de esas páginas gárrulas, tumultuosas y por lo general
antagónicas, son las que paso a referir: A fines de 1833, George Sand logró el
consentimiento de la madre de Musset para emprender con él un viaje a Italia.
En enero de 1834 se establecieron en Venecia. Desgraciadamente para Musset, no
era el amor la única pasión de George Sand; la dominaba y la abrasaba también
la pasión del trabajo. Nueve y diez horas cada día, la pluma fatigaba el papel;
las copiosas tareas de redacción usurpaban las noches; los ciento diez volúmenes
futuros de sus Obras Completas
entenebrecían el presente. Musset, tal vez abochornado de su relativa
esterilidad, buscó el socorro del alcohol y de las mujeres. Lo postró una
crisis nerviosa, agravada por las alucinaciones y por el frenesí del delirium
tremens. Entonces, George Sand se consagró a salvarlo. Renunció a los queridos
manuscritos, renunció a los diversos géneros literarios; a casi todo renunció
para compartir y amparar sus confusas noches de insomnio. No estaba sola en la
tremenda tarea: la secundaba un médico veneciano, Pietro Pagello, de quien
–fatalmente- se enamoró. Lo demás está en estas cartas. También en la novela Jacques, cuyo protagonista declara:
“Nunca me he impuesto la constancia. Cuando he sentido que el amor había
muerto, lo he dicho sin remordimiento o bochorno, y he acatado la Providencia,
que me conducía a otra parte.”
Tales
fueron las circunstancias de la aventura. Pero lo verdadero en toda la aventura
no son las circunstancias concretas, es la general y abstracta pasión. Esa pasión
que quiere comprender y abrazar todas las relaciones humanas y hace que en el
Cantar de los Cantares, el rey le diga a la sulamita hermana mía, esposa mía, y
que en estas cartas enamoradas, Alfred de Musset acaricie a George Sand con los
nombres de hermana, de hija y de madre. Esa pasión impersonal que hace que toda
carta de amor parezca redactada por nosotros, dirigida a nosotros.
Prólogo para Cartas de Musset y George Sand, publicada por Editora Inter-Americana. Buenos Aires, Argentina, 1945.
Jorge Luis Borges (Argentino fallecido en Suiza, 1899-1986).
Es posible semejante perfección? Un escrito casi anónimo, desconocido, lateral, del maestro , oculto a sus devotos ...la magia oculta..todo lo que toca es oro.
ResponderBorrarGracias por tantas tantas horas de felicidad