miércoles, 7 de agosto de 2013

Páginas ajenas: LOS TRES MOSQUETEROS (El vino de Anjou), de Alexandre Dumas

 
(Fragmento inicial del capítulo XLII: El vino de Anjou)

Tras las noticias casi desesperadas del rey, el rumor de su convalecencia comenzaba a esparcirse por el campamento; y como tenía mucha prisa por llegar en persona al asedio, se decía que tan pronto como pudiera montar a caballo se pondría en camino.
 
En este tiempo, Monsieur, que sabía que de un día para otro iba a ser reemplazado en su mando bien por el duque de Angulema, bien por Bassompierre, bien por Schomberg, que se disputaban el mando, hacía poco, perdía las jornadas en tanteos, y no se atrevía a arriesgar una gran empresa para echar a los ingleses de la isla de Ré, donde asediaban constantemente la ciudadela Saint-Martin y el fuerte de La Prée, mientras que por su lado los franceses asediaban La Rochelle.
 
D'Artagnan, como hemos dicho, se había tranquilizado, como ocurre siempre tras un peligro pasado, y cuando el peligro pareció desvanecido, sólo le quedaba una inquietud, la de no tener noticia alguna de sus amigos. Pero una mañana a principios del mes de noviembre, todo quedó explicado por esta carta, datada en Villeroi:

«Señor D'Artagnan:

Los señores Athos, Porthos y Aramis, tras haber jugado una buena partida en mi casa y haberse divertido mucho, han armado tal escándalo que el preboste del castillo, hombre muy rígido, los ha acuartelado algunos días; pero yo he cumplido las órdenes que me dieron de enviar doce botellas de vino de Anjou, que apreciaron mucho: quieren que vos bebáis a su salud con su vino favorito.

Lo he hecho, y soy, señor, con gran respeto,
Vuestro muy humilde y obediente servidor,
Godeau, Hostelero de los Señores Mosqueteros

- ¡Sea en buena hora! -exclamó D'Artagnan-. Piensan en mí en sus placeres como yo pensaba en ellos en mi aburrimiento; desde luego, beberé a su salud y de muy buena gana, pero no beberé solo.
 
Y D'Artagnan corrió a casa de dos guardias con los que había hecho más amistad que con los demás, a fin de invitarlos a beber con él el delicioso vinillo de Anjou que acababa de llegar de Villeroi. Uno de los guardias estaba invitado para aquella misma noche y otro para el día siguiente; la reunión fue fijada por tanto para dos días después.
 
Al volver, D'Artagnan envió las doce botellas de vino a la cantina de los guardias, recomendando que se las guardasen con cuidado; luego, el día de la celebración, como la comida estaba fijada para la hora del mediodía, D'Artagnan envió a las nueve a Planchet para prepararlo todo.
 
Planchet, muy orgulloso de ser elevado a la dignidad de maître, pensó en preparar todo como hombre inteligente; a este efecto, se hizo ayudar del criado de uno de los invitados de su amo, llamado Fourreau, y de aquel falso soldado que había querido matar a D'Artagnan, y que por no pertenecer a ningún cuerpo, había entrado a su servicio, o mejor, al de Planchet, desde que D'Artagnan le había salvado la vida.

 
 
Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870)

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