viernes, 2 de agosto de 2013

Desde la lejana Constantinopla

 
 
Tan remota en el tiempo, la capital del antiguo imperio otomano dejó de ser Constantinopla para adoptar el nombre de Estambul y, sin embargo, a pesar de que vivimos en la era de la aldea global a la que se refería McLuhan, la literatura turca sigue resultando distante y ajena para quienes hablamos español.

Ayer incluí un poema de Tuğrul  Tanyol para recibir este mes, el cual da título a una de sus obras más significativas: Los laberintos de agosto. Tanyol nació precisamente en la ciudad de Estambul y recibió una educación católica. Al citado poemario corresponde este breve Olvido:

Las noches de lluvia sin nubes, pasos en el patio
Manchas amarillas de leopardo sobre la piel desollada del agua
Es el zumbido del polvo, una gota de lágrima que nos brota en los ojos
Huye el sortilegio del árbol, huye a lo lejos
Nada sabía antes, pero ahora he envejecido
En el silencio ascendente de las piedras
En la carne sufriente de la caída, mientras las manos me dolían
La herida que se cicatrizaba era el olvido de la piel.
 
Otro poeta notable del siglo XX es Nâzım Hikmet. Pasó la mayor parte de su vida expatriado o en la cárcel por su ideología comunista. Cuando cumplía una condena de 28 años escribió Paisajes humanos de mi país. Tristán Tzara presidió el Comité Pro-Liberación de Nâzım Hikmet, del que formaban parte personajes como Pablo Picasso, Jean-Paul Sartre y Louis Aragon -quien había presentado su poesía a los lectores franceses en los años treinta-. Finalmente consiguieron abrir las puertas de la prisión de Brusa en 1950, pero fue despojado de su nacionalidad turca por lo que se vio en la necesidad de adoptar la ciudadanía polaca. Hikmet se preguntaba:
 
Si yo no ardo,
si tú no ardes,
si nosotros no ardemos,
¿cómo haremos claridad de las tinieblas?
 
Pablo Neruda escribió sobre él: “Cerca de quince años lo tuvieron encarcelado por unos versos escritos en su juventud. Solo una huelga de hambre de muchos días y los reclamos del mundo entero le dieron la libertad. Me cuenta que aún ahora después de dos años de vivir en el mundo libre no adquiere aún las nociones de la llave y de la luz eléctrica. Se le olvidan las llaves porque durante quince años otros abrieron y cerraron su celda. Se olvida de apagar la luz en la noche, al acostarse, porque durante quince años durmió bajo una ampolleta encendida. Es el más alegre de los hombres."
 
Hikmet publicó Duro oficio el exilio unos cuantos años antes de fallecer en 1963. Solía decir, con ese entusiasmo al que se refiere Neruda: "Soy poeta, silbando voy por la calles y dibujando en las paredes mis poemas en forma de rayos..."
 
El más conocido de todos los autores turcos es, sin duda, Orhan Pamuk, también originario de Estambul, como Tanyol. Su prestigio literario se consolidó al recibir el premio Nobel de literatura en 2006. A Nieve, su novela más famosa, pertenece el siguiente párrafo:
 
"Bajaron juntos al vestíbulo. Ka estaba a punto de salir cuando se detuvo por un momento: İpek entró por la puerta que había al lado del mostrador y estaba mucho más hermosa de lo que Ka había imaginado. Ka recordó de inmediato su belleza en los años de universidad. Se puso nervioso. Sí, claro, así de bonita era. Primero se dieron la mano como sendos burgueses occidentalizados de Estambul y tras un breve instante de duda alargaron la cabeza y se abrazaron y se besaron sin acercar la parte inferior de sus cuerpos."
 
Largo ha sido el trayecto desde que el mundo occidental, bajo el influjo de la iglesia, emprendió la guerra santa contra los infieles otomanos. Desde entonces fueron despojados de joyas y tesoros para convertirlos a la fe cristiana. A cambio, ellos nos ofrecen la riqueza de una literatura que mantenemos a distancia con inmerecido desdén.
 
 
Jules Etienne
 
(La traducción del poema de Tanyol es de Neyyiré Gül Isil y Mónica Mansour, la de Hikmet corresponde a Fernando García Burillo y la de Pamuk a Rafael Carpintero)

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