martes, 21 de enero de 2014

El verano en enero


En los primeros renglones del relato Boca de sapo, de Isabel Allende, incluido en el volumen Cuentos de Eva Luna, el personaje que narra se lamenta: "Eran tiempos muy duros en el sur. No en el sur de este país, sino del mundo, donde las estaciones están cambiadas y el invierno no ocurre en Navidad, como en las naciones cultas, sino en la mitad del año, como en las regiones bárbaras."

En la estrofa VI, En este tiempo, del Coral de año nuevo para la patria en tinieblas, en su Canto General, es evidente cuando Pablo Neruda se refiere al mes de enero describiendo frutos maduros y se pregunta sobre el brillo de los campos de trigo:

... piensa que soy el viento de enero,
viento Puelche, viento viejo de las montañas
que cuando abres la puerta te visita
sin entrar, aventando sus rápidas preguntas.
Dime, has entrado a un campo de trigo o de cebada,
están dorados? Háblame de un día de ciruelas.
Lejos de Chile pienso en un día redondo,
morado, transparente, de azúcar en racimos,
y de granos espesos y azules que gotean
en mi boca sus copas cargadas con delicia.
Dime, mordiste hoy la grupa pura
de un durazno, llenándote de inmortal ambrosía,
hasta que fuiste fuente tú también de la tierra,
fruto y fruto entregados al esplendor del mundo?

Por su parte, la argentina Alfonsina Storni en su poema Capricho 2, describe al mes como un jardín:
Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.

Gabriela Mistral, chilena como Neruda e Isabel Allende, en su poema Nocturno escribe: "Te acordaste del fruto en febrero", más adelante continúa: "Caminando vi abrir las violetas", y luego culmina la estrofa "para no ver más enero ni abril". Mientras que en La mujer fuerte establece: "Segar te vi en enero los trigos de tu hijo". Es decir, todas son referencias o actividades propias del estío.

Finalmente, en su poema La enredadera, la uruguaya Juana de Ibarbourou desborda el entusiasmo de la primavera a punto de transformarse en verano.

Por el molino del huerto
asciende una enredadera.

El esqueleto de hierro
va a tener un chal de seda

ahora verde, azul más tarde
cuando llegue el mes de Enero

y se abran las campanillas
como puñados de cielo.

Alma mía: ¡quién pudiera
Vestirte de enredadera!

Por eso al leer un poema que mencione de manera específica un mes en particular o alguna de las estaciones del año, uno debe tener la curiosidad de ubicar su procedencia, si se menciona enero en el hemisferio sur, recién está empezando el verano, mientras que en el norte, nos encontramos bajo la nieve del invierno boreal. Neruda precisa en el mismo Canto General: "del grave invierno austral" y en varias ocasiones reitera la idea del "invierno en el sur", como en la cuarta estrofa de América, no invoco tu nombre en vano o en El fugitivo, cuando dice: "Era invierno en el Sur./ La nieve había/ subido a su alto pedestal, el frío/ quemaba con mil puntas congeladas."

Silvina Ocampo, en su relato La boda, subraya el clima en agosto: "El día de nuestro casamiento fue el más frío del año. Nos tocó casarnos en el mes de agosto. Temí que la helada se transformara en nieve aquella mañana y desbaratara de ese modo la fiesta que, después de todo, iba a ser lo más agradable de la boda."

Pero regresando a la temporada estival en enero, que es el tema que motiva el presente texto, Tomás Eloy Martínez en El Cantor de Tango, ubica en Buenos Aires la acción del siguiente párrafo:

A mediados de enero de 2002, en uno de los peores días del verano, cuando parecía que la gente estaba acostumbrándose a la incesante desgracia, Alcira me contó que, poco antes del recital fatídico en Parque Chas, Martel había leído la historia de un crimen ocurrido entre 1978 y 1979, y había conservado el recorte con la intención de dar allí también otro de sus conciertos solitarios.

La novela Rayuela, de Julio Cortázar, acontece entre Francia y Argentina, de ahí que establezca puntual "Del lado de acá" o "Del lado de allá", se refiera a "la primavera sonriente de París", y un inglés escriba una carta quejándose sobre la ausencia de las mariposas en marzo para advertir que "el verano pasado estaba lleno de mariposas", en cambio durante el mismo marzo, es cuando llega el otoño a Buenos Aires.


Jules Etienne

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