miércoles, 11 de mayo de 2011

Los sueños de los ciegos



Me parece que uno de los mayores méritos del capítulo inicial de Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago, es que también a los lectores nos toma por sorpresa la repentina pérdida de la vista del personaje, mientras conduce su automóvil, a pesar de que el título mismo de la novela ya lo advertía. El renglón final del capítulo, es contundente: "Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego".

Al llegar a este punto comprendí la importancia que deben tener lo sueños para los ciegos puesto que es el único territorio en que les es posible ver. De alguna manera lo sugiere el propio Saramago más adelante: "Algunos se habían cubierto la cabeza con la manta, como si deseasen que la oscuridad, una oscuridad auténtica, una negra oscuridad, apagara definitivamente los soles deslustrados en que sus ojos se habían convertido. Las tres bombillas colgadas del techo alto, fuera del alcance, derramaban sobre sus camastros una luz sucia, amarillenta, que ni capaz era de producir sombras. Cuarenta personas dormían o intentaban dormir, algunas suspiraban y murmuraban en sueños, quizá vieran en el sueño aquello que soñaban, tal vez dijeran, Si esto es un sueño, no quiero despertar". Para más tarde concluir con un tono más dramático: "Tumbados en los camastros, los ciegos esperaban que los sueños se compadecieran de sus tristezas".

También en la novela Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, los sueños tienen gran importancia: "Y esas sombras misteriosas e inquietantes ¿no serían las más verdaderas de su alma, las únicas de verdadera importancia? Había tenido un estremecimiento cuando él mencionó a los ciegos, ¿por qué? Se había arrepentido apenas pronunciado el nombre Fernando, ¿por qué? Ciegos, pensó, casi con miedo. Ciegos, ciegos." Después también dirá: "... los sueños, abismos, abismos insondables, soledad soledad soledad, tocamos pero estamos a distancias inconmensurables, tocamos pero estamos solos. Era un chico bajo una cúpula inmensa, en medio de la cúpula, en medio de un silencio aterrador, solo en aquel universo gigantesco".

Más adelante, en el capítulo XI, de la misma primera parte El dragón y la princesa -previo a la tercera parte que es el Informe sobre ciegos-, hay una descripción de los sueños: "Ahí estaba, indefensa pero misteriosa e inaccesible. Tan cerca, aunque separada por la muralla ingrávida pero infranqueable y tenebrosa del sueño", que describirá como: "Territorio misterioso e insano, disparatado y tenue como los sueños, tan sobrecogedor como los sueños."

Por último, El país de los ciegos de H. G. Wells es una obra poco conocida de su autor, tal vez por tratarse de un relato de menos de cuarenta páginas y no de una novela. Tampoco pertenece al género de la ciencia ficción, como La guerra de los mundos y La máquina del tiempo, que le permitieron ganar su prestigio como escritor. El siguiente es un párrafo en el que explica cómo en una región de los Andes, cercana al Cotopaxi, unos ciegos se confinaron ajenos al resto de la humanidad: "Si bien olvidaron muchas costumbres, crearon otras; y en su aislamiento llegaron a perder por completo la noción del mundo, que pasó a ser un ensueño cada vez más borroso, hasta abolirse en su conciencia". Casi al final, el protagonista, quien sí es capaz de ver, sostiene un diálogo con la ciega de la que se ha enamorado: "- ... desearía dejar de oírte hablar de ese modo", le dice ella a lo que él inquiere, "- ¿De qué modo?", la mujer concluye más patética que conmovedora: "- De ese que hablas cuando me cuentas tus sueños de la vista. Tienes una gran fantasía, que me hechiza, que me embriaga, pero..." Como para inspirar una arbitraria paráfrasis sobre Calderón de la Barca: que toda la vida es sueño y los ciegos, sueños son.


Jules Etienne 

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