Me encontraba escribiendo el texto correspondiente al jueves para el blog que mantengo con el pretexto de mi novela Una Serenata para Lupe y al abordar el tema de la película basada en la obra con la que Oliver La Farge recibió el premio Pulitzer en 1930, Muchacho sonriente (Laughing Boy), los apuntes sobre su vida -que me parecieron fascinantes-, comenzaron a escaparse de mi control hasta que me vi en la necesidad de trasladar mis comentarios sobre La Farge a este blog, en el que me ocupo de asuntos relacionados con la literatura, y de esa manera dedicar el espacio que corresponde a Lupe Vélez, como protagonista de la adaptación fílmica a la que me refiero, en el exclusivo ámbito del cine.
Los ancestros de La Farge provenían de una diversidad étnica que seguramente contribuyeron a proporcionarle una inclinación antropológica muy adelantada para su época. Fue bautizado con el nombre de Oliver en honor de su abuelo Oliver Hazard Perry, oficial naval de la armada estadounidense a quien se le conoce como el héroe del Lago Eire, por la batalla que ganó en 1812 durante la guerra contra los británicos, con lo cual refrendaba el espíritu de un célebre antepasado suyo que también enfrentó al ejército inglés: William Wallace, el patriota escocés que alcanzó la fama popular gracias la película Corazón Valiente (Braveheart, 1995), de Mel Gibson. Originario de Rhode Island, una de las trece colonias iniciales que se convertirían en Estados Unidos, a su vez era descendiente de William Brewster, que llegó junto con los peregrinos que desembarcaron del Mayflower. Como su apellido La Farge claramente lo indica era de origen francés y en su genealogía también es posible encontrar indios de la tribu Narragansett.
La Farge estudió en Harvard, donde se graduó primero como bachiller en artes y después obtuvo la maestría en 1929. Sin embargo, en 1925 interrumpió sus estudios para viajar a México, invitado por Franz Blom, un danés que había estudiado arqueología también en Harvard, quien desde que llegó a México por primera vez en 1919, se sintió atraído por las ruinas mayas, por entonces casi desconocidas. Éste consiguió el financiamiento de la universidad de Tulane para una expedición a Tabasco, por la que se les acredita a ambos la primera descripción detallada del sitio arqueológico olmeca de La Venta, como quedaría consignado en su ensayo Tribus y templos. Cabe la acotación de que Blom también descubriría las ruinas de Uaxactun en Guatemala y sus apuntes sobre Palenque le ganaron un gran prestigio académico. Permaneció en México hasta su muerte, en San Cristóbal de las Casas, en 1963.
Volviendo con La Farge, siempre se distinguió como un defensor de los derechos de los nativos y muchos años fue presidente de la Asociación para asuntos indios. Se quedó a radicar en Santa Fe, Nuevo México, donde se casó con su segunda esposa, de origen mexicano, Consuelo Baca. Escribió para revistas como The New Yorker y Esquire, cuentos y artículos sobre todo relacionados con la cultura nativa. Pero fueron sus novelas, Las chispas vuelan alto (Sparks Fly Upward, publicada en 1931) -que fue traducida al español y prologada por Ramón J. Sender-, Los dioses enemigos (The Enemy Gods, publicada, 1937), y sobre todo, Muchacho sonriente, las que le merecieron su prestigio como escritor.
La ilustración corresponde a una fotografía de Oliver La Farge, Franz Blom y su guía Tata Lázaro Hernández, en Guatemala durante la expedición arqueológica de 1925. Aparece publicada en la obra de ambos Tribus y templos.
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