miércoles, 29 de diciembre de 2010

La contadora de películas


Es que también eran muy pobres, podría decirse de esta noveleta de Hernán Rivera Letelier, parafraseando la clásica expresión rulfiana. Lo cual no es ninguna sorpresa, puesto que el escenario de varias de las obras de dicho autor se repite una vez más: la pampa salitrera (lo mismo que en La reina Isabel cantaba rancheras, Los trenes se van al purgatorio o Santa María de las flores negras). Se trata de una región en el desierto de Atacama, al norte de Chile, que tuvo su auge a finales del siglo XIX, cuando el salitre era un mineral básico para la fabricación de explosivos. Más tarde se inventaría el salitre sintético y la decadencia se dejó sentir en esa zona. Es allí donde transcurre la vida de María Margarita, la protagonista de La contadora de películas. Se llamaba así debido a una obsesión paterna por los nombres con doble inicial "M", como los de Marilyn Monroe, Mario Moreno y aquél cómico que hiciera pareja con el propio Cantinflas en tres ocasiones: Manuel Medel.

Eran, como ya quedó establecido, muy pobres, puesto que el padre, de nombre Medardo, había sufrido un accidente de trabajo que lo había dejado "inservible de la cintura para abajo", y obsta decir que la pensión que recibía resultaba miserable. Por eso tenían que reunir las monedas para pagar el boleto de entrada al cine de un solo miembro de la familia, quien adquiría la obligación de compartir la película con todos los demás a su regreso. María Margarita era la mejor haciéndolo, canciones incluidas: "Y así me convertí oficialmente en la contadora de películas de la casa". Su fama se extendió por el campamento al grado de que la contrataban, sobre todo los ancianos que no podían salir de sus casas, y desde entonces se hizo llamar Hada Delcine. "Por ese tiempo descubrí que a toda la gente le gusta que le cuenten historias. Quieren salirse por un momento de la realidad y vivir esos mundos de ficción de las películas, de los radioteatros, de las novelas. Incluso les gusta que les cuenten mentiras, si esas mentiras están bien contadas."

En una época no sólo precibernética, sino anterior a la televisión, es de comprenderse el éxito de una contadora de películas en un lugar remoto y olvidado: "El tiempo transcurrió lento y despacioso, como debe de transcurrir, creo yo, en todos los desiertos del mundo." Después de ver Ben Hur y de haber llorado "más que Sara García, la anciana actriz del cine mexicano", al estar narrando la película sintió que algo se apoderaba de ella: "Mientras contaba la película -gesticulando, braceando, cambiando la voz- me iba como desdoblando, transformando, convirtiéndome en cada uno de los personajes", y remata más adelante que "no estaba contando la película, la estaba actuando. Más aún: la estaba viviendo."

La novela, que más bien es lo que en inglés llaman novella (más extensa que un cuento pero más breve que una novela), término proveniente del italiano y que en español se denomina habitualmente noveleta, está narrada en primera persona y eso contribuye a establecer una suerte de parentezco con el cuento Es que somos muy pobres, de Juan Rulfo, que mencionaba al principio de esta crónica. Por eso es que me parecen innecesarias algunas acotaciones entre paréntesis, que se infieren más bien autorales, como la precisión respecto a la moda de la minifalda: "Yo estaba por cumplir trece años, usaba minifalda (recién inventada por Mary Queen) y seguía contando mis películas."

Hernán Lara Zavala, por coincidencia tocayo del autor, afirma que la extensión de algunos textos ha provocado siempre la necesidad de una explicación, y propone para evitar ese confusión genérica entre el cuento largo, noveleta y novela corta: "ya que el cuento y la novela están perfectamente identificados, ¿por qué no llamarle a este género simplemente relato?".

Terminaré con un párrafo que retoma su propio epígrafe shakespeareano para resumir la esencia misma de la obra:

"Alguna vez leí una frase -seguramente de un autor famoso- que decía algo así como que la vida está hecha de la misma materia que los sueños. Yo digo que la vida perfectamente puede estar hecha de la misma materia de las películas.
Contar una película es como contar un sueño.
Contar una vida es como contar un sueño en una película."



La ilustración corresponde a una fotografía de Pampa Unión,
en la pampa salitrera, provincia de Antofagasta, Chile.

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