(Fragmento de Los sepulcros de Saint Denis que acontece del 6 al 8 de agosto)
En
1793, había sido nombrado director del Museo de Monumentos franceses y, como
tal, estuve presente en la exhumación de los cadáveres de la abadía de
Saint-Denis cuyo nombre había sido cambiado por los patriotas ilustrados por el
de Franciade. Cuarenta años después, puedo contarles las cosas extrañas que
acompañaron a aquella profanación.
El odio que habían logrado inspirarle al pueblo en contra del rey Luis XVI, y
que la guillotina del día 21 de enero no había podido saciar, había retrocedido
hasta los reyes de su dinastía: quisieron perseguir a la monarquía hasta en su
origen, a los monarcas hasta en su tumba, lanzar al viento las cenizas de
sesenta reyes. Además es posible también que tuvieran curiosidad por comprobar
si los grandes tesoros que decían estaban encerrados en algunas de aquellas
tumbas se habían conservado tan intactos como pretendían.
El pueblo se abalanzó pues sobre Saint-Denis. Del 6 al 8 de agosto destruyó
cincuenta y una tumbas, la historia de doce siglos. Entonces, el gobierno
resolvió regularizar aquel desorden, excavar por su cuenta las tumbas y heredar
de la monarquía a la que acababa de golpear en la persona de Luis XVI, su
último representante. Pues se trataba de aniquilar hasta el nombre, hasta el
recuerdo, hasta los huesos de los reyes; se trataba de borrar de la historia
catorce siglos de monarquía. Pobres locos los que no comprenden que los hombres
pueden a veces cambiar el futuro... pero jamás el pasado.
Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870)
La ilustración corresponde a la profanación de las tumbas en el cementerio de St. Denis, en París, 1793.
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