viernes, 13 de agosto de 2010

Payasos: EL ESPEJO EN EL ESPEJO, de Michael Ende


(Fragmento)

El circo arde. El público ha huido atropelladamente. Las gradas están vacías, la carpa llena de humo y fuego. El payaso está solo en la pista. Su traje de lentejuelas centellea bajo la luz de las llamas. Su cara está blanca como la cal, debajo del ojo izquierdo brilla la consabida lágrima. Sobre la cabeza lleva ladeado un pequeño gorro puntiagudo. Con una fulgurante trompeta toca, solemne y ridículo, la gran melodía de despedida.
 
Todo es sueño. Sé que todo es sueño. Siempre lo supe desde que empecé a soñar que yo existía: este mundo no es real.
 
Ha concluido su canción sin prisa y sin tacha. Sale afuera y detrás de él se derrumban las vigas y los mástiles en llamas, la lona se hincha con el fuego y se hunde. El viento de la noche huele a ceniza y calor.
 
Fuera están los otros contemplando el incendio con los brazos caídos. Todos sabían que sucedería así. Ninguno ha hecho ademán de salvar algo. Ninguno llamó al payaso cuando estaba en medio del remolino de chispas, ninguno estaba preocupado por él, ni siquiera él mismo. En el resplandor, sus rostros parecen los rostros de personas dormidas. Ha empezado a llover un poco, pero demasiado tarde y no lo suficiente, sólo lo justo para que todos tengan el pelo mojado sobre la frente.
 
Cuando uno sabe en sueños que sueña, está a punto de despertarse. Yo me despertaré en seguida. Quizás este fuego no es de otra cosa que el primer rayo del sol del amanecer de otra realidad que se cuela debajo de mis párpados cerrados.
 
 
Michael Ende (Alemania, 1929-1995).

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