Epístola VI
(Fragmento)
A la misma*, sobre la fundación de Venecia
Pues yo, señora Peña, conocido
El valor de vuestra ama, como indino,
Me contento con ser de vos oído.
No es empresa de humilde peregrino
Allegar con sus votos á ofrecer
Al principal sagrario de contino.
Gracia, favor y ayuda y parecer
Me dad, pues que sabéis cuánto os desea
Mi voluntad en todo obedecer,
Haciendo de manera que se vea
Allegar esta carta torpe y necia
A manos de vuestra ama, y que la lea.
Que si saber extrañas cosas precia,
En ella verá escrita la verdad
Del principio y costumbres de Venecia.
En el año de la Natividad
De cuatrocientos y cincuenta y uno,
Tiempo de general adversidad,
Atila, rey de Ostrogodo y Hunno,
Que el azote de Dios era llamado.
Por no hallarse más cruel otro alguno.
Vino con grueso ejército y armado
A Italia, y todo el mundo amenazando.
Sin perdonar profano ni sagrado.
LLegan sobre Aquileya braveando,
Y á fuerza de combate la asolaron,
Una piedra sobre otra no dejando.
Los que en Pádua y Altino se hallaron,
Por excusar las bárbaras saetas
Con otros que de Italia se juntaron,
Vinieron á poblar ciertas isletas
Entre el Sil y la Brenta, y los pantanos
Que antiguamente se decían Vénetas.
Con pobres caballeros los villanos,
Revueltos los criados con señores,
Todos fueron llamados Venecianos.
Diego Hurtado de Mendoza (España, 1504-1575).
* Las cartas de su epistolario están dedicadas a una señora Peña, quien incluso figura en algunas estrofas.
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